Jon Juaristi-ABC

¿Y si, después de todo,las bicicletas fueran deextrema derecha?

Bueno, pues resulta que, yendo el otro día de librerías de viejo, di con la primera edición de Los gatos (poesías madrileñas), del crítico taurino y prolífico autor de sainetes Antonio Casero, publicada en 1906 por Saenz de Jubera Hermanos, con prólogo de Jacinto Octavio Picón y epílogo de los Quintero. Me apresuré a buscar en sus páginas el discurso del curda ante el monumento a Daoiz y Velarde en la Plaza del Dos de Mayo, que recordaba de mi remota infancia y al que rendí homenaje en uno de mis poemarios póstumos. Para mi sorpresa, comprobé que el poema de Casero se titula «Una pítima». Es ya una voz en desuso, esta de «pítima». Hasta en Madrid. En Bilbao nunca se ha oído. En el castellano de Bilbao, a la borrachera se la designa con un vasquismo, moscorra, del eusquera mozkor. Y me acordé de una copla navideña de mi villa natal, toda finura, que rezaba más o menos así: «Yo quería comprarme bisicleta,/ pero mi madre gabardiña querer./ ¡Gabardiña y bisicleta a haser puñetas!/ ¡Con mi dinero una moscorra he de coger!». Y mira por dónde, entre pítimas y gabardinas, vine a topar con la bicicleta.

La tenía medio olvidada desde que Manuela Carmena dejó de ser alcaldesa de Madrid. Bajo su mandato se cerraban calles para manifas de ciclistas sin otro objetivo -puesto que la bicicleta no estaba prohibida por la municipalidad, sino todo lo contrario- que mostrar a los peatones lo divertido que debe de ser circular en bicicleta. O acaso para advertirles de que, como escribió el poeta madrileño Jorge Riechmann, el socialismo sólo puede llegar en bicicleta, y llegará. No sé si Riechmann conoce la poesía de Casero. Sospecho que no. Riechmann es ecologista y Casero fue taurino, como su amigo Manuel Machado. A este último todavía no lo hemos olvidado del todo, afortunadamente. Cuando Borges declaró que don Manuel era el poeta español de su predilección, Joaquín Soler Serrano, que lo entrevistaba, dijo: «Claro, Manuel Machado. Es verdad. Aunque, en España, su hermano le ha hecho un poco de sombra». A lo que Borges comentó: «Ah, ¿tenía un hermano?».

A Manuel Machado no se le ha olvidado del todo. A Antonio Casero, sí. En sus poemas, es verdad, metía obreros, pero hablaba demasiado de toros y nada, pero es que nada, de socialismo y bicicletas. No sé si la posteridad será más clemente con Jorge Riechmann. Yo creo que Valle Inclán se inspiró en un poema de Casero, «La Noche de San Juan», para Luces de bohemia. La noche de San Juan de Casero es toda una noche de Walpurgis, con calabozos, golfos y bohemios con bombín y pañosa. Pero, ay, Casero era taurino y no le valió de nada adelantarse al esperpento.

Lo que sí se ha olvidado es que la alcaldesa que puso la bicicleta eléctrica al alcance de todos los madrileños no fue Manuela Carmena, sino Ana Botella. Ignoro si el socialismo llegará en bicicleta o en patinete, o simplemente si llegará (teniendo en cuenta lo que hizo antes de irse, sospecho que con él volveríamos a la alpargata, y eso con suerte), pero el último 3 de diciembre fue «Le Figaro» el periódico que animó a los parisinos a echarse a la calle en bicicleta para no ceder ante la huelga general. Al parecer, con bastante éxito. El pasado domingo 22, el mismo diario dedicaba su editorial a Le sacre de la petite reine. Es decir, a la entronización de la bicicleta eléctrica como símbolo de la resistencia conservadora. Sospecho que Jorge Riechmann Fernández, poeta del socialismo ecologista, no había previsto esta jugada del perverso capitalismo que todo se lo traga. Lenin definía el comunismo como socialismo más electricidad. ¿Soñaban los bolcheviques con bicicletas eléctricas? ¿Y si las bicicletas salieran fachas?