Se dice que el periodismo es un oficio corporativo en el que todos nos defendemos a muerte. Incluso hay quien, con cierta mala baba, añade lo de perro no come perro. A mi se me ocurren otros trabajos en los que el cierre de filas se produce con mayor abundancia que éste. Si ser periodista, escribir en un periódico, dirigirlo o incluso usarlo simplemente para hacer el crucigrama obligase a un ¡A mi la Legión!, hoy todos deberíamos estar en huelga en solidaridad con el director de El Debate, mi querido Bieito Rubido. El ataque proveniente del sanchismo que ha recibido, además de mendaz, estúpido y de visos dictatoriales, es desproporcionado. Porque si existe alguien en España que a la hora de castigar la cuartilla, como definía Pla al periodismo, es medido en sus palabras y fiel a la verdad es este gallego, ex director de ABC y ahora al frente de un medio que tiene un gran peso en la opinión pública.
Bieito somos todos en el entendido que cualquiera que se atreva a publicar algo que a Sánchez no le parezca oportuno sabe que se enfrentará a la cólera de ese Júpiter de pantalón estrecho y mandíbula crispada
Acaso se sorprendan que alguien desde Vozpópuli defienda a la competencia, pero es que con Sánchez y sus pulsiones autoritarias todos podemos estar en la circunstancia de Bieito mañana mismo. Lo he dicho en el titular, Bieito somos todos en el entendido que cualquiera que se atreva a publicar algo que a Sánchez no le parezca oportuno sabe que se enfrentará a la cólera de ese Júpiter de pantalón estrecho y mandíbula crispada. De la misma manera en la que instamos a que entre políticos constitucionalistas exista unidad, dejando a un lado diferencias que deben aparcarse ante el objetivo de recuperar a España del secuestro al que la tiene sometida el autócrata, los periodistas no podemos exigirnos menos. Y digo periodistas, que no asociaciones de la prensa, colegios de periodistas y demás bebederos para aves domesticadas que a estas horas deberían estar convocando manifestaciones, redactando manifiestos en pro de la libertad de expresión o haciendo declaraciones en defensa del director de El Debate.
Somos nosotros, la fiel infantería de la letra impresa, quienes hemos de sentirnos concernidos por la gravedad de lo dicho por Sánchez. Porque piensa establecer una férrea censura con quienes no le bailen el agua. Él no lo dice, pero ya se lo digo yo. Singularmente contra los medios – él nos llama páginas web, como si fuésemos un supermercado o una tienda de ropa – que hemos publicado informaciones respecto a su esposa, su hermano y toda esa telaraña que más pronto que tarde debería aclararse por limpieza democrática y para alejar cualquier sombra sobre la esposa del presidente de España. Eso sería lo razonable. Pero las aguas bajan bravas y que apelar al sentido común en el gobierno es un brindis al sol. Vean cómo como cierto sujeto del PSOE, refiriéndose a un periodista, ha dicho en Twitter “Cuando llegue la guerra civil a ese dejádmelo a mí” o cosa similar. ¿En serio? ¿Su interés por las cunetas estribaba en que las añoraban y echaban de menos las checas, los paseos, las brigadas del amanecer y esa historia de terror que se nos ha pretendido ocultar diciéndonos que la república era luminosa y que Largo Caballero es un ejemplo a imitar? Recordemos que lo primero que hicieron aquellos seres de luz republicanos fue incendiar iglesias y cerrar medios de derechas, incautándose de ellos y perseguir o encarcelar a sus directores, propietarios y colaboradores. Eso, de entrada y para que se vayan enterando los fachas, decían.
De ahí que Sánchez debiera medir más su palabras con eso de la limpieza y la regeneración. Son bonitas, cierto, pero dichas en boca de según quien suenan muy mal. Aunque de todos modos, como sabe Bieito, las noches dan paso a las auroras, no hay mal que cien años dure y los Sánchez van y vienen, pero el pueblo permanece. Cita, esta última, que es de Stalin. Lo digo por si cuando a mí me lleven también a juicio ante un tribunal popular sirve de algo para mi defensa.