Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 5/8/12
Aunque es dudoso que la reducción de escaños autonómicos preocupe a los gallegos, el empeño de la Xunta en plantearla obliga a hablar en serio de un asunto sobre el que se han dicho bastantes tonterías.
Comenzaré, pues, por lo evidente: que la reducción de escaños supone una economía tan escasa que cabe pensar en diez mil cosas para ahorrar la misma cantidad dejando el número de diputados como está; que, pese a ello, si se le pregunta, gran parte de la opinión pública está a favor de la propuesta, pues la idea del ahorro se ha hecho dueña del ambiente; que, como la reducción podría influir en el resultado electoral, sería razonable acometerla por consenso, aunque este no puede ser nunca el chantaje por medio del que la minoría impide a la mayoría legislar.
A partir de ahí, la oposición se ha lanzado en tromba contra la Xunta (como lo hubiera hecho el PP de estar él en minoría) agitando la bandera del agravio y acusando a Feijoo con frases gruesas (golpe de Estado, por ejemplo) de querer introducir una reforma que beneficia su interés electoral en perjuicio de los del PSOE y BNG. Basta ver las proyecciones al respecto para darse cuenta de que el argumento es verdadero.
Verdadero, sí? pero incompleto. Y ello porque si bien reducir escaños podría dañar a la izquierda (sobre todo si no se limitan en proporción -es decir, de 10 a 8- los que la ley electoral atribuye a cada distrito provincial), no es menos cierto que dejar el sistema como está beneficia a la oposición con toda claridad. La razón es muy sencilla: que el sistema electoral gallego resulta, en su conjunto, tan proporcional, que la obtención de mayoría absoluta exige al ganador obtener un porcentaje de voto muy superior al que es habitual en elecciones generales, tanto en España como en la mayor parte de los países europeos.
Los datos son tan claros que no cabe discusión: con el 47 % de los votos Feijoo obtuvo en las autonómicas del 2009 la mayoría absoluta por los pelos y con el 44,9 % no la obtuvo en el 2005. Pero con un porcentaje inferior a ese último obtuvieron mayorías absolutas muy amplias González en 1986 (44 %), Aznar en el 2000 (44,5 %) y Rajoy en el 2011 (44,6 %). González obtuvo la mitad de los escaños del Congreso en 1989 con el ¡39,6 %! de los votos expresados.
Ya sé que los escaños de un partido dependen no solo de su porcentaje de votos, sino de la distancia entre el primero y el segundo y de cómo se reparten los sufragios entre los perdedores. Pero el debate de fondo que plantea la propuesta del PP -aunque el PP no se haya atrevido a hacerlo explícito- es el de si en democracia resulta más justo que gobierne quien gana con toda claridad (como acontece en generales) o si lo es que gobiernen quienes, estando muy lejos de ganar, lo hacen juntando sus escaños, que es el caso de Galicia.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 5/8/12