Con etiquetas como Sortu o Bildu la izquierda abertzale hace más que sugerir un programa: ordena y manda, porque las formas antedichas tienen valor de imperativo.
La continua emisión de nuevas marcas blancas de ETA/Batasuna tiene al menos la ventaja de ampliar con rapidez el conocimiento del vascuence entre el profano vulgo. ¿Quién sabía hace unos meses, excepción hecha de los vascohablantes, que sortuvale por «nacer» o «producir»? Otra cosa es que saberlo sirva para algo, me dice un amigo psicoanalista.
Yo creo que sí. Es precisamente en el deslizamiento de los significantes donde el deseo indica su orientación. Para, para, que te veo venir, me interrumpe mi amigo. Vas a valerte del psicoanálisis, como has hecho otras veces, para improvisar una teoría más o menos delirante sobre las tribulaciones del nacionalismo vasco. Quizá, concedo, pero es mejor tener una teoría, aunque sea delirante, que no tenerla. Y el fundamento de la mía es rigurosamente analítico: con etiquetas como Sortu o Bildu la izquierda abertzale hace más que sugerir un programa: ordena y manda, porque las formas antedichas tienen valor de imperativo. Hacia el exterior, sortu y bildu enuncian un ideal: «nacer» y «reunir», respectivamente, pero, hacia el interior, hacia las bases de la izquierda abertzale, son mandatos proferidos por la espectral nación étnica o su médium, ETA/Batasuna: «(re)naced», «(re)uníos». Mensajes previsibles en un momento de postración. Es un caso parecido al de Jarrai o Segi, que significan en teoría lo mismo: «seguir». Ahora bien, como imperativo dirigido a los alevines abertzales, ordenaban «dad continuidad». ¿A qué o a quién? A ETA, por supuesto. Bietan Jarrai: «Seguid en las dos», así reza el lema bajo el hacha y la serpiente.
¿Y bien?, pregunta el psicoanalista. Pues verás, le digo, lo significativo está en el deslizamiento, en la fuga de sentido. Segi no es Jarrai, ni siquiera es enteramente segi, sino también el eco de otro verbo asimismo en imperativo, sega, «siega». El deslizamiento, si quieres, puede ser inconsciente, pero, por lo general, se produce sobre ciertas convenciones. Sega, obviamente, equivale a «mata», de acuerdo con un centón de convenciones simbólicas vigentes en el que no voy a entrar. Piensa sólo en la imagen de la muerte como segadora o en el delicioso himno de Catalunya. Lo que el marbete de Segi ordenaba a la chiquillada abertzale era «siega, mata de una vez, hazte de ETA si tienes redaños».
Vale, pero, ¿y Bildu? ¿Qué tiene que ver con ETA? A eso voy. Cuando oí por primera vez lo de Bildu pensé en Xenpelar, alias de Francisco Petrirena, un famosísimo bersolari guipuzcoano del siglo XIX. Aunque Xenpelar fue un carlista arriscado, pasa por haber sido un pacifista, gracias a unos versos que compuso poco antes de su muerte, en 1869. Eran versos de propaganda política, contra las cortes constituyentes, a las que acusaba, sin nombrarlas, de querer la guerra. Uno de esos versos dice: «ez oraindik umildu, elkarrengana bildu», o sea, «no cedáis aún, uníos», a favor, se supone, de los fueros. Pero bildu contiene un eco de otro verbo, il, «matar, matad», que convertía la frase «elkarrengana bildu» en el poco evangélico mandato de «mataos los unos a los otros». Lo que, huelga decirlo, acabaron haciendo con entusiasmo sus paisanos sin que los versos pacifistas de Xenpelarse les cayeran de la boca. Otro día, más.
Jon Juaristi, ABC, 24/4/2011