a coalición se debate entre la alegría por el «enorme» triunfo, y el miedo de la izquierda abertzale a gestionar tras años de inexperiencia.
Felicidad y vértigo. Los «magníficos» resultados cosechados el domingo por Bildu han provocado una doble sensación entre los dirigentes de la coalición independentista. De un lado, el «enorme» triunfo en las urnas ha servido a la izquierda abertzale tradicionar para confirmar que su apuesta por las vías pacíficas y no violentas está en «perfecta» sintonía con las aspiraciones de la sociedad vasca. Del otro, el miedo a tener que gestionar una de las instituciones más importantes de Euskadi, como la Diputación de Guipúzcoa. Y todo, tras años de inexperiencia.
Las más de 276.000 papeletas cosechadas en el País Vasco, más las casi 43.000 de Navarra, han otorgado a la antigua Batasuna un «significativo» aval ante ETA para profundizar en la vía exclusivamente democrática. Nunca antes los ciudadanos vascos les habían concedido semejante apoyo. Segunda fuerza en Euskadi, casi tuteando al PNV y con el mayor número de concejales de todas las formaciones que concurrían en los comicios. Euforia por entender que las urnas les han dado la razón.
El ‘subidón’ moral se ha dejado sentir aún más entre los representantes de Eusko Alkartasuna y Alternatiba, los dos partidos legales que mayores riesgos han corrido. Sus dirigentes han sido los que más han sufrido hasta el arranque de la campaña. Habían saltado al vacío con su apoyo a la izquierda radical y un sudor frío recorrió sus cuerpos cuando el Tribunal Supremo anuló todas sus listas. Estaban fuera del sistema. La decisión del Constitucional de permitir a la coalición su presencia en las urnas y la respuesta de los votantes el domingo han propiciado que tanto los responsables de EA como los de la escisión de EB sientan que han sido recompensados.
Tras la euforia, la situación comenzaba ayer a analizarse con más frialdad. Nadie en Bildu apostaba por los resultados que se han dado en las elecciones locales y forales. Confiaban en acercarse a las cifras que había alcanzado Euskal Herritarrok en 1999. Entonces, otra tregua de ETA les llevó a sumar más de 228.000 papeletas en el País Vasco. Pero el objetivo que se habían marcado ha sido superado con creces en esta ocasión. Tampoco se imaginaban que iban a ganar con holgada diferencia en las Juntas de Guipúzcoa ni que su lista sería la más votada en San Sebastián.
Por eso, junto a la tremenda satisfacción, ayer comenzaba a extenderse un cierto vértigo. «¿Y ahora qué?», empezaban a plantearse algunos dirigentes de la izquierda radical. La sensación general es que la antigua Batasuna se enfrenta a un momento histórico en el que debe medir todos sus pasos. Cree que la ola de Bildu, lejos de decrecer, puede coger aún altura. El objetivo: «Merendarse» a Aralar y arañar aún más votos del PNV para disputar a Sabin Etxea la hegemonía en Euskadi. Todo siempre que ETA no retome la actividad terrorista. Es más, algunos representantes de la izquierda abertzale consideran que el triunfo electoral puede «forzar» a la cúpula etarra a comenzar a plantearse «cómo se hace el cierre» de su historia violenta.
Pero la moneda del éxito también tiene una cruz. Gobernar la Diputación guipuzcoana o el Ayuntamiento donostiarra supone exponerse a la crítica del votante. Bildu se ha presentado a estas elecciones con un curriculum inmaculado. Nadie les podía lanzar un reproche. Volvían sin queja alguna a su gestión –salvo en los municipios de ANV, no han dirigido grandes instituciones– y con el ‘mérito’ de haber hecho que ETA haya declarado un alto el fuego «general y verificable». Eso podría cambiar en los próximos años con el bastón de mando guipuzcoano en su poder. Como cualquier otro partido, quedaría a merced de lo que opinaran los ciudadanos.
«¿A quién cogemos?»
Frente al criterio de los dirigentes de EA y Alternatiba, que apuestan por gobernar allí donde se pueda y tenga la trascendencia que tenga la institución, sectores directivos de la izquierda abertzale no esconden su miedo al vacío. Dudan si lo mejor para el proyecto es tener la makila en Guipúzcoa o permanecer en la oposición. Porque llevar el peso de la Diputación o el Consistorio donostiarra les obligaría a reclutar a un importante número de profesionales cualificados para llevar carteras sensibles como Hacienda o Urbanismo.
Reconocen en privado que la confección de las listas de Bildu ha sido «muy complicada» porque han tenido que tirar de ciudadanos independientes sin vinculación alguna con partidos ilegalizados y sin experiencia política. «¿A quién cogemos ahora para dirigir una Administración tan potente? A la gente que colaboró en la gestión de Batasuna no podemos utilizarla porque nos ilegalizan enseguida», reconocía ayer una fuente cercana a la izquierda abertzale. La inexperiencia de sus cargos quedaría amortiguada cediendo algunas materias a simpatizantes de EA, sobre todo, y Alternatiba, pero la antigua Batasuna no quiere quedar en manos de las otras dos formaciones.
Por eso, en ciertos sectores se extiende la idea de que, aunque lo ideal sería gobernar, verse desplazados a la oposición por una alianza entre el PNV y el PSE tampoco supondría un tremendo varapalo. La izquierda abertzale podría recurrir al victimismo y, durante cuatro años, acusar a los jeltzales de usurpar una institución que no debería ser suya. Creen que eso les daría más votos para las generales de 2012, donde esperan contar con Sortu como marca propia, y, sobre todo, para las autonómicas de 2013. Consideran que en dos años, montados en la ola, podrían poner en serios apuros la hegemonía de Sabin Etxea.
EL CORREO, 24/5/2011