La radicalización de la política vasca se verá pronto. La piel de cordero que lleva Bildu encima durará lo que interese a ETA, porque, dijera lo que dijera el TC, Bildu representa los intereses políticos de los terroristas. ETA siempre ha tenido un partido o una siglas de referencia.
LOS resultados obtenidos por Bildu no son tan sorprendentes si se hace memoria y se recuerda la machacona insistencia con que los socialistas vascos legitimaron su discurso y su estrategia. La sentencia del Tribunal Constitucional remató, con una declaración de oportunidad política revestida de pronunciamiento jurisdiccional, un proceso de asimilación de los fiduciarios de ETA auspiciado por los socialistas vascos, con el lendakari a la cabeza. Si Bildu es legal —según el TC— y, además, la máxima autoridad del Estado en el País Vasco —Patxi López— dice que no es ETA, los frenos éticos frente al terrorismo no tenían razón de ser. El resultado es claro. En el País Vasco, Bildu es la segunda fuerza política en votos y la primera en número de concejales y de alcaldes con mayoría absoluta. Junto con el PNV, superan el 55 por ciento de los votos. La hegemonía nacionalista se ha restaurado en el País Vasco con más fuerza que nunca, bajo los mandatos de dos socialistas, Rodríguez Zapatero y Patxi López, quien ha perdido, respecto a 2007, ocho puntos porcentuales, 70.000 votos y cien concejales.
La radicalización de la política vasca se verá pronto. La piel de cordero que lleva Bildu encima durará lo que interese a ETA, porque, dijera lo que dijera el TC, Bildu representa los intereses políticos de los terroristas. ETA siempre ha tenido un partido o una siglas de referencia. Bildu está en las instituciones para maquillar la futura puesta en escena de ETA, probablemente un ofrecimiento de cese definitivo de la violencia a cambio de cesiones políticas, legales y penitenciarias. Con Bildu y su más del 25 por ciento de los votos, ETA ya no necesita plantearse su rendición. Ahora tiene argumentos —los que le han dado los socialistas vascos y el TC— para plantear al Estado su cese de la violencia como una cómoda transición.
Editorial en ABC, 24/5/2011