A partir de ahora pueden ocurrir dos cosas: que los abertzales sean fieles a su compromiso de rechazar la violencia y condicionen a ETA para que abandone definitivamente las armas; o que no lo hagan y se mantengan en la ambigüedad calculada, protagonizando una estrategia dual en la que la banda tutele el proceso.
A LOS MUCHOS motivos que tienen los españoles para estar indignados, hoy se añade otro extraordinariamente preocupante. Porque tras el resultado electoral obtenido por la coalición Bildu, la izquierda abertzale tendrá el mayor poder político de su historia. Bildu se convirtió ayer en la primera fuerza en número de concejales en el País Vasco -más de 950-, se quedó al borde de la mayoría absoluta en las Juntas de Guipúzcoa y fue la más votada en municipios como San Sebastián. Podrá gobernar en importantes localidades y será decisiva en otras muchas. Y por ello tendrá acceso a fuentes de financiación enormes.
Así las cosas, a partir de ahora pueden ocurrir dos cosas: que los abertzales sean fieles a su compromiso formal de rechazar la violencia y condicionen a ETA para que abandone definitivamente las armas; o que no lo hagan y se mantengan en la ambigüedad calculada, protagonizando una estrategia dual en la que la banda terrorista tutele el proceso. En el primer caso, España se enfrentará a un problema político enorme, porque Bildu y el PNV constituyen ya una clara mayoría independentista. Y en el segundo, al desafío etarra se uniría ahora la terrible presión institucional y el desahogo económico de sus secuaces. Y lo peor es que este gran daño al sistema tiene, entre sus responsables, a los jueces del TC que, en contra del Supremo y de la Fiscalía, y por un solo voto, permitieron a Bildu presentarse a las elecciones, haciendo seguidismo de la ambigüedad y la torpe estrategia del PSOE. Eso sí, los responsables políticos de este despropósito, en el pecado llevan ya la penitencia.
Editorial en EL MUNDO, 23/5/2011