La socialdemocracia de González, aquel partido europeísta, modernizador y con vocación de centralidad, fue enterrado y objeto del olvido más terrible, el de la propia familia. Aquel PSOE resulta hoy clandestino; un pasado vergonzante del que ha acabado abominando incluso la militancia más joven, convencida de que aquello no fue verdadero socialismo. Y es verdad. En algún momento, la izquierda democrática decidió cancelar su periodo más fecundo y principal, cuando por fin superó una historia de claroscuros, como todas. Ahora están en otra cosa. El mismo día, a miles de kilómetros de distancia, dos líderes del PSOE reescriben el ADN del partido. Groseramente. El expresidente Zapatero prestigiando la farsa electoral de Maduro, el siniestro régimen de miseria y terror del
que se ha convertido en primer avalista. Mientras en Madrid, Sánchez logra el apoyo a sus presupuestos de los diputados de Bildu, dispuestos a dar el alma que les falta para que el Gobierno beneficie a los etarras presos.