Bildu, o cómo ignorar a la oposición

Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 26/7/12

Bildu está de estreno en los usos democráticos. Procede mayoritariamente de una cultura donde la razón siempre estaba de su parte y donde el de enfrente era un enemigo declarado. Tantos años conviviendo en la clandestinidad, abrazando a la violencia como razón de ser acuñan un sello propio en la izquierda abertzalede la que, sin embargo, se va despojando con rapidez pero, a veces, dejandose jirones en el intento.

Gipuzkoa, convertida en su laboratorio particular, esta coalición soberanista asienta poderosamente su supremacía ideológica e institucional y, en su ejercicio diario, es donde proyecta los fundamentos de su existencia. Es en este territorio donde ensaya su discurso alternativo al nacionalismo como aspiración final de su cuota máxima de poder. Es aquí donde va imponiendo una acción de gobierno fiel a la ortodoxia abertzale y de izquierdas que, en demasiadas ocasiones, parece engendrada con una visión reduccionista que satisfaga a sus votantes sin reparar en el bien común.

No es descartable que Bildu haya entendido su victoria incontestable en las urnas como una franquicia exenta de responsabilidades. Así podrían interpretarse algunas de sus recientes actuaciones en la Diputación guipuzcoana que tienen por denominador común el desprecio a la voluntad mayoritaria que la oposición dispone en las Juntas Generales, el Parlamento foral de cada territorio vasco. Una lectura más rigurosa, sin embargo, obligaría a hablar de una falta de respeto por el juego democrático.

Sin duda como muestra de su gen hereditario, Bildu siempre acaba haciendo lo que quiere. Es muy posible que en realidad sea el estigma Batasuna quien se apodere de cada situación comprometida, como le ha ocurrido a Martin Garitano, el diputado general de Gipuzkoa. Apenas unos días después de que se viera obligado a relevar contra su voluntad al diputado Juan Carlos Alduntzin –reprobado en las Juntas por su actuación en el área de Medio Ambiente- ha pillado con el pie cambiado al resto de partidos al nombrarle su jefe de gabinete. En realidad, se ha limitado a un sencillo trueque de cromos con el mismo sello: quien era hasta ahora la mano derecha de Garitano, Iñaki Errazkin, ocupa el puesto vacante de Alduntzin, y ambos, eso sí, son dos curtidos referentes de la línea dura del radicalismo.

Después de este golpe maquiavélico de chistera, PNV, PSE y PP clamarán que se sienten engañados. Posiblemente tienen razón, pero es que no acaban de interiorizar la versatilidad política de Bildu, a veces desbordante. Ahora bien, en el caso de los nacionalistas llueve sobre mojado, pero prefieren aguantar porque creen que el electorado acabará pasando factura. De momento, lo único constatable es que Batasuna siempre acaba decidiendo a su favor.


Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 26/7/12