Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 22/6/11
Nadie, salvo los ingenuos, que creen, o los cínicos, que fingen creer que Bildu no tiene que ver con ETA-Batasuna, podía suponer que, tras el en todos los sentidos increíble resultado electoral de la nueva careta de eso que algunos llaman benévolamente la izquierda aberzale (¡menudo insulto para la izquierda!), todo iba a seguir como hasta ahora en las instituciones vascas. Y más teniendo en cuenta lo que ya era de temer: que el PNV, como para su vergüenza ha demostrado en San Sebastián, entre otros sitios, preferiría dejar gobernar a Bildu antes que dar una alcaldía, no ya al Partido Popular (que es la bicha de los nacionalistas), sino incluso al PSE, pese a ser el PNV desde hace meses el principal sostén (es cierto que a un precio de oro) del Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Pero lo que no resultaba previsible es que los nuevos gobernantes de Bildu fuesen a comportarse, desde el momento mismo de su llegada (vuelta, en realidad) a las instituciones, con tal grado de abyección política y moral. Pues no de otro modo cabe calificar la inmunda decisión que han tomado varias corporaciones locales controladas por los herederos de ETA-Batasuna: la consistente en suprimir o reducir de forma drástica las medidas de protección de las que, para evitar ser víctimas de ataques o atentados, venían beneficiándose los concejales no nacionalistas.
Tales medidas -entre otras, la existencia de arcos de detección de metales a la entrada de las casas consistoriales o el permiso de que los cargos públicos protegidos entrasen en ellas con escoltas- no eran una exageración de mujeres y hombres temerosos, sino dispositivos mínimos de seguridad destinados a amparar a quienes, muy por el contrario, han sido, durante decenios, los representantes populares más valientes que han desempeñado en España cargos públicos: los que lo han hecho, a despecho de su vida e integridad física, en un lugar en el que podían ser asesinados -como, por desgracia, lo fueron un montón- por el simple hecho de no ser nacionalistas.
Sí, por el hecho de no ser nacionalistas, pues los que lo eran han gozado durante más de tres décadas de la mejor inmunidad imaginable frente a las amenazas terroristas: la de formar parte de lo que era, al fin y al cabo, la famiglia. De todas las desigualdades de la política española esa ha sido, sin duda, la más insoportable: la existente entre unos políticos cuya forma de pensar era un «detente bala» frente a ETA y otros cuyas ideas conllevaban el riesgo de ser asesinados.
Pero a Bildu, que está con los amenazadores y no con los amenazados, todo eso no le importa. De ello, en cualquier caso, no deberán responder solo quienes toman tan lacerantes decisiones. Habrán de hacerlo también los que les han permitido, burlando la ley, llegar adonde están.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 22/6/11