LUIS HARAMURU, DIARIO VASCO, 7/6/11
Será responsabilidad del PNV si Bildu se alza con la Alcaldía donostiarra y será su soberana decisión si entrega la Diputación Foral a quienes desde hace 40 años han socavado nuestras instituciones democráticas
Una sola letra, la erre, separa en euskera a las palabras que significan la recolección (bildu) o el temor (bildur). La recolección de votos cosechada por la izquierda abertzale ha sido extraordinaria y de ser cierto que la nueva coalición significa la definitiva ruptura con ETA los vascos estaríamos ante la mejor noticia de las últimas décadas. Si la consolidación de Bildu significa la desaparición de ETA, todos tenemos motivos de júbilo.
Pero la victoria de Bildu no deja de inspirar cautelas y miedos. En efecto, podría suceder que ETA envalentonada por el éxito electoral de la coalición independentista, decida proseguir con su actividad criminal. Existen en el pasado suficientes experiencias que avalan este temor. Pero no acaban aquí los motivos de cautela cuando no los de temor y preocupación.
El PNV de Egibar se ha adelantado a poner vetos y bulas, tratando con ello de obviar su derrota. Pues derrota es su magro resultado, si lo comparamos con el logrado por el PNV vizcaíno. La política de acumulación de fuerzas ha dado la espalda a los jeltzales guipuzcoanos y solo ha beneficiado a quienes inventaron el concepto de marras. Pero lo que nos llama la atención del cortejo del PNV a Bildu es, no solo lo del síndrome de Estocolmo, sino la absoluta falta de escrúpulo para poner en peligro la estabilidad institucional de Euskadi. Es de esperar que todo sea un amago y que finalmente prevalecerá el sentido de ‘país’ que algunos dicen tener. Porque si hay una evidencia, esta la de que la irrupción de Bildu en la alcaldía de San Sebastián y en la Diputación Foral de la Provincia, con mayúscula, supondría la victoria de quienes desde la Transición han porfiado por la derrota de nuestro entramado institucional.
Será responsabilidad del PNV si Bildu se alza con la Alcaldía donostiarra y será su soberana decisión si entrega la Diputación Foral a quienes desde hace cuarenta años han socavado nuestras instituciones democráticas. No vale escudarse en lo de la lista más votada o argüir que no se quiere participar en el apartheid de quienes todavía no han dado el paso de deslegitimar cuarenta años de crímenes y atropellos. Por que esa es otra. Bildu es una formación política perfectamente legal, pero tiene un vicio de origen que la hace sospechosa y tóxica. Su ilegitimidad nace del cínico borrón y cuenta nueva, que pretende instaurar. Su explícito silencio proclama a gritos la complicidad con décadas de terror.
En los procedimientos jurídicos la presunción de inocencia juega a favor del reo, pero en la política democrática la duda razonable debe actuar contra el sospechoso. Es al sospechoso a quien corresponde probar su buena fe y sus buenas intenciones. En este caso, solo la total ruptura con ETA puede legitimar lo que un tribunal ha legalizado. Ni los trescientos mil votos logrados pueden legitimar lo que la historia evidencia. Los votos pueden aupar a una formación política, pero no pueden borrar un pasado de crímenes y de ignominia. Los votos lo son casi todo en democracia, pero no pueden sustraer la responsabilidad histórica de quienes han provocado décadas de odio y confrontación.
Yo no soy quién para otorgar patentes de demócrata, pero en estos días no dejo de acordarme, de lo que Luigi Ferrajoli, uno de los juristas más prestigiosos del momento dice con respecto a la democracia formal y a la democracia sustantiva. Según el ilustre profesor, la democracia no consiste solo en las formas democráticas, sino que importa, y mucho, la sustancia de sus contenidos. Es una obviedad que Bildu cumple con los requisitos formales para ser legal, pero no es menos cierto que no ha hecho nada para despejar las dudas razonables que pesan sobre ella.
Lo que Gipuzkoa y Euskadi necesitan es un pacto en el que el PNV lidere la suma de todas las fuerzas políticas dispuestas a gobernar con el norte de la modernización y del diseño de un nuevo modelo productivo, poniendo sordina a los discursos identitarios. Una coalición entre el PNV y el constitucionalismo vasco podría liderar con fuerza, las políticas capaces de situar a Euskadi a la cabeza de España.
Ojalá que los temores antes referidos por la victoria de Bildu sean una mera presunción sin fundamento y su éxito sea el principio del fin de ETA. Pero mientras la organización armada no se disuelva, sería temerario el que Bildu gobierne los destinos del territorio que más ha sufrido el acoso del terrorismo. Por ejemplo, sería una irresponsable ingenuidad el que las instancias económicas y fiscales de Gipuzkoa estuvieran en manos de quienes hasta ayer han excusado la extorsión y la barbarie. Contra lo que pueda parecer, el destino de Gipuzkoa y de Euskadi no está en las manos de Bildu, sino de aquel partido de Agirre, Ajuriaguerra y Ardanza que un día supo mirar más allá de su parroquia. Es la hora del PNV y del constitucionalismo vasco.
Bildu, debe demostrar que ya no existe razón alguna para el temor que su pasado todavía inspira, mientras eso no ocurra, el PNV debe buscar aliarse con quienes comparten su raigambre democrática y su perfil institucional..
LUIS HARAMURU, DIARIO VASCO, 7/6/11