Editorial, EL MUNDO, 24/6/11
EL DE AYER fue un día aciago en nuestra democracia. Porque la designación como diputado general de Gipuzkoa de Martin Garitano, dirigente de Bildu, supone la conquista por la izquierda abertzale de su mayor cuota de poder político sin que ETA haya tenido que disolverse. Al contrario, éstos son los primeros pasos de un proceso tutelado por la propia banda terrorista, instalada tácticamente en un «alto el fuego» que pesa sobre la democracia como una espada de Damocles. El buen resultado electoral y algunas miserias en la política vasca han despejado tanto el camino a Bildu que sus miembros ni siquiera guardan las formas. Así, en el debate de su investidura, Garitano hizo un explícito alarde de que no es sino un mero eslabón de la cadena de Batasuna. Y para que quedara bien clarito se colocó en la solapa una chapa con el número de preso de Otegi e invitó a líderes proetarras tan ilustres como Rufi Etxeberria o Joseba Permach.
La visualización de Bildu como continuadora de ETABatasuna no puede ser más transparente y dolorosa. A ningún ciudadano de bien le habrá sorprendido. Pero multiplica la infamia que supuso la sentencia del Tribunal Constitucional que, desdeñando el fallo del Supremo y las pruebas de las Fuerzas de Seguridad, permitió a los proetarras colarse en las instituciones con el falaz argumento de que nada hacía pensar en la «intrumentalización de la coalición Bildu al servicio de ETA». Como dijo El Quijote: «Cosas veredes, Sancho, que harán fablar las piedras».
De momento, quien ha hablado es Garitano. Lo más deleznable de su discurso ayer fue la equiparación de las víctimas con sus verdugos, al afirmar que habrá que hacer «frente al sufrimiento de todos». Asimismo, instó al Gobierno y a ETA a negociar para acabar con «el conflicto vasco» y pidió una solución en la que «cada una de las partes gane». Un objetivo abominable por cuanto supondría –en el mejor de los casos– que la partida acabara en tablas y que los abertzales rentabilizaran políticamente el asesinato de casi 1.000 inocentes. Pero, además, un objetivo intrínsecamente malvado. Porque cuando Garitano habla de ganancia para ambas partes, es obvio que está pensando en la impunidad de los asesinos. Pero, ¿qué beneficio reserva a los demócratas? No se nos ocurre ninguno que no sea el de que la banda permita seguir vivos a quienes se opongan a sus planes. En este sentido, el flamante diputado anunció también que promoverá cambios legales hacia la «independencia de Euskal Herria».
Eso no está en sus manos pero igual de inquietante es lo que pretende hacer en aquellos asuntos en los que las Juntas de Gipuzkoa sí tienen capacidad normativa. Así, Garitano ya ha dejado claro que se opondrá a la llegada del TAV, que torpedeará el proceso de fusión de las cajas vascas que ya está casi cerrado, y que revisará –eufemismo de paralización– todos los grandes proyectos de infraestructuras aprobados. Ante escenario tan peligroso, indigna que PSE y PNV hayan sido incapaces de superar sus rencillas y anteponer el interés general. Porque hubiera bastado su acuerdo –máxime tras el generoso cheque en blanco del PP– para impedir que Bildu se hiciera con San Sebastián y con el bastón de mando de Gipuzkoa, que le permitirá gestionar un presupuesto de más de 800 millones de euros y recaudar todos los impuestos.
Lo ocurrido ayer supone un auténtico baldón para todos los españoles y la triste constatación de que el avance de los sucesores de Batasuna se parece demasiado a la famosa hoja de ruta de Antza. Recordemos que el cabecilla etarra ya escribió en los papeles incautados en 2004 la necesidad de entablar negociaciones con el PSE y con el Gobierno, a las que seguiría el anuncio de tregua de ETA en dos actos –como ha ocurrido–. También fijó 2012 como fecha en que Batasuna se convertiría en la primera o segunda fuerza política vasca, posición desde la que forzaría su ansiado referéndum de independencia. Todos debemos ahora exigir firmeza absoluta al Estado de Derecho para derrotar también las ensoñaciones proetarras. La incógnita es cómo reaccionará Bildu cuando sus pretensiones empiecen a chocar con la legalidad y con la realidad.
Editorial, EL MUNDO, 24/6/11