José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- La legislatura está siendo para los de Otegi de consolidación, legitimación y amortización amnésica de su pasado gracias a las políticas del Gobierno, en detrimento del PNV
Los resultados del barómetro de IMOP para El Confidencial, cuyo trabajo de campo se realizó entre los días 4 y 15 de julio, arrojan una conclusión nítida: las políticas de Sánchez y del PSOE deprimen sus posibilidades electorales en unas futuras elecciones generales, perforando el suelo del 25% de estimación de su voto (baja al 24%) y dejándose en el camino 26 escaños, hasta situarse en los 94. Sin embargo, las tácticas y estrategias del Gobierno sí son alimenticias para los partidos radicales que cooperan con la coalición en el Congreso de los Diputados.
El caso más claro resulta el de EH Bildu, que aumenta su porcentaje de voto un 0,3%, lo suficiente para que pase de sus cinco diputados actuales y empate a seis con el PNV, que pierde, además, el 0,2% en la estimación de voto. Computada esta en el País Vasco y Navarra, los de Otegi superarían a los nacionalistas en 70.000 votos y serían la primera fuerza en Guipúzcoa. Todo un sorpaso histórico.
Por su parte, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) mantiene sus actuales 13 escaños, igual que Junts con ocho, Más País con dos y Compromís que repetiría con un asiento en la Carrera de los Jerónimos. El resto de la izquierda se desploma: Unidas Podemos pierde 11 escaños y se queda en 24 con una estimación de voto del 10,1 (-2,8% respecto a noviembre de 2019).
La suma de escaños de la actual coalición estaría en 108 y una estimación de voto entre PSOE y UP del 34,1%. Y como quiera que Vox incrementa sus efectivos parlamentarios en tres escaños (pasa de 52 a 55 y del 15,1% de noviembre de 2019 al 16,9%), las dos derechas sumarían hasta 184 escaños y el 47% del voto estimado. Una mayoría absoluta muy holgada en el Congreso.
El “giro a la izquierda” que Sánchez ha impreso en el debate sobre el estado de la nación y sus políticas anteriores receban a los independentismos vasco y catalán, favorecen claramente a las dos derechas y hunden a la izquierda en su conjunto. De tal manera que las autonómicas de Andalucía celebradas el pasado 19 de junio sí parecen extrapolables al conjunto de España, al menos en el perfil de una tendencia que hasta reflejó ayer el discutible y discutido sondeo del CIS de Tezanos.
La Constitución española no configura una democracia militante porque ni uno solo de sus preceptos es irreformable, a diferencia de las democracias que sí lo son porque en sus constituciones existen cláusulas de intangibilidad (Alemania, Francia) tanto sobre la unidad territorial del país como sobre la forma de Estado. De ahí la posibilidad de que aquí sean posibles y legales los partidos subversivos, es decir, aquellos que pretenden “alterar o transformar algo, especialmente el orden establecido” (RAE). Y subversivos son tanto EH Bildu como ERC, que pretenden la secesión bajo formas de estructura plurinacionales o confederales.
Es particularmente notable el fenómeno surgido en esta legislatura, que consiste en la estrecha relación entre el Gobierno y EH Bildu, una coalición de tres partidos ‘abertzales’ (Sortu, Eusko Alkartasuna y Alternatiba) en cuyo núcleo fungen de dirigentes personas conectadas con la banda terrorista ETA y cuyos objetivos son, por este orden, los siguientes:
1) La excarcelación de los presos de ETA y la imposición del relato canónico de su violencia terrorista como expresión de un conflicto entre Euskadi y los Estados español y francés.
2) La conformación de una izquierda vasca que absorba a lo que allí ha sido Podemos —en las elecciones generales de 2015 y 2016, la primera fuerza política— y que logre transferencias de los sectores socialistas despegados ya de la irrelevancia del PSE.
3) Lograr la hegemonía del nacionalismo-‘abertzalismo’, desplazando a la que desde 1979 viene ostentando el PNV, que registra una evidente fatiga de materiales y cuya imagen se ha mercantilizado.
4) Amortizar el pasado cómplice con ETA del núcleo duro de Bildu, Sortu, que recoge los restos de serie de Herri Batasuna, etarras con condenas cumplidas y todos los colectivos antisistema, que en el País Vasco y Navarra son numerosos.
Para lograr ese propósito, era imprescindible la colaboración inicial de Pablo Iglesias, que se la prestó proclamando a la organización de Otegi como merecedora de instalarse en la “dirección del Estado”, y la subsiguiente de Pedro Sánchez, que, igualmente, se la ha concedido otorgando reiteradamente a EH Bildu la condición de interlocutor parlamentario preferente.
Estas colaboraciones, bien gestionadas por los dirigentes ‘abertzales’, han procurado en el País Vasco dos efectos ostensibles. El primero: legitiman a la coalición como una fuerza política estandarizada a la que ni por asomo se le ha practicado cordón sanitario alguno. El segundo: garantizan que los ‘abertzales’ radicales son tan buenos conseguidores políticos como el PNV, lo que introduce un factor más a su favor en la competición electoral interna en Euskadi.
Por otra parte, Bildu construye su proyecto con líneas de argumentación paralelas: acuerdos en Madrid con Sánchez y, simultáneamente, consignas de consumo doméstico: “Queremos una república vasca” y “pondremos en jaque la transición”, al tiempo que lamentan, pero no condenan, la violencia y tratan al PNV como conformista y burgués, anacrónico y viejuno. Por eso advirtió el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, que Bildu era “Caperucita roja en Madrid” y “el lobo feroz en Euskadi”.
Su conexión con ERC y de los republicanos con los ‘abertzales’ ha creado, además, un circuito de apoyos recíprocos que convergen frecuentemente en el propósito de apoyar al Gobierno de coalición obteniendo de él cuanto sea posible antes de la eventual victoria electoral de la derecha. De tal modo que Sánchez deja desnutrido al PSOE, que pierde músculo electoral al apoyarse en partidos de la subversión que crecen y se legitiman a su costa y sitúan al PNV —corroído por la propia rutina de sus políticas reiterativas— en una posición difícil y al País Vasco ante un futuro en el que sería posible y hasta especialmente verosímil un lendakari de Bildu en un Gobierno al que Eneko Andueza, nuevo secretario general del PSE, joven y guipuzcoano, no le haría ascos. Aunque su papel fuese subalterno.