Belén Altuna, EL PAÍS, 11/7/12
La democracia comienza con ellos. Así piensan, sin duda, los militantes de la izquierda abertzale que ahora se presentan como EH Bildu. De modo que parecería que todo está por hacer. Los viejos y anquilosados modelos no valen y los cambios propuestos se acumulan: además de “un modelo que posibilite que el poder resida en el pueblo y esté sometido al control popular”, sería necesario “un nuevo modelo de relaciones entre mujeres y hombres”, un nuevo “modelo policial”, un nuevo modelo industrial de “desarrollo local y comarcal”, “un nuevo modelo socio-económico ecológico” y “un cambio radical del modelo de consumo de la sociedad”, por poner unos ejemplos.
Extraigo estos pasajes de la página web donde la coalición presenta su equipo de gobierno. Los rótulos de las nuevas consejerías son una muestra más de ese afán adanista. El más curioso de todos, ése de “Soberanía alimentaria”. No sólo por lo que expresa, sino porque es el único que incorpora el ansiado sustantivo. Sustantivo que podrían llevar todas las demás consejerías, enunciando con mayor exactitud su propósito. Podrían ser “Soberanía económica”, “Soberanía judicial” (en lugar de “Libertades ciudadanas”), “Soberanía educativa”, etcétera. Por supuesto, quedan en el aire muchas incógnitas: ¿la consejería de “Relaciones exteriores” se encargaría también de las relaciones con el resto de las comunidades autónomas (excepto Navarra, claro está)? Ante la crisis, ¿qué significan exactamente esas recetas tan concretas de “independencia” y poner “la economía al servicio de las personas”? El objetivo que se propone la consejería de “Normalización lingüística” de que “el euskera sea una lengua que debamos conocer”, la “lengua prioritaria”, ¿no le creará ciertos problemillas a la vicelehendakari para la Igualdad de Oportunidades, cuando tenga que atender las quejas por discriminación de los ciudadanos castellanohablantes?
Capítulo aparte merece la presentación de la consejería de “Libertades ciudadanas” (fusión de Justicia e Interior), centrada en los derechos de los presos y en acicalar y hermosear —ante ojos abertzales— la labor de la Ertzaintza, que, en adelante, sería “de servicio a la comunidad, no represiva, no militarizada, sin criterios de actuación politizados, y respetuosa de la pluralidad social, cultural y política de la ciudadanía vasca”. Todo el equipo, en fin, parece hacer gala de no ser profesional de la política, como prometiendo una pureza desconocida. Es como la insistencia de Laura Mintegi —su candidata a lehendakari— en la “honestidad” que la caracterizaría, como si esa cualidad estuviera ausente en el resto de candidatos, o como si fuera señal, por sí misma, de la bondad de su propuesta. Leyéndoles, escuchándoles y, sobre todo, razonando y conservando la dolorosa memoria, ¿de verdad puede votarles tanta gente?
Belén Altuna, EL PAÍS, 11/7/12