Fernando González, LA ESTRELLA DIGITAL, 6/7/2011
He sufrido la ira radical de aquellas gentes y el silencio dramático y atemorizado de mis amigos. Tantas iniciativas cívicas y culturales reventadas por “los de siempre”. Los que ahora vuelven con la vieja cantinela de la normalización. No me creo absolutamente nada, me repugnan los totalitarismos, y dudo que sean capaces, no lo llevan en el ADN, de gestionar la capitalidad cultural de San Sebastián.
Los nuevos municipios del ayuntamiento donostiarra han retirado el retrato del Rey debido a “que no tiene relación con la ciudad”. Tengo para el Alcalde de San Sebastián y sus monosabios de Bildu una solución alternativa. Se la ofrezco gratis: que pongan en su lugar el de Franco. Aquel tipo sí que tuvo relación con la capital guipuzcoana. Cada año, durante sus vacaciones estivales, llegaba al coqueto puerto de Donostia a bordo del Azor, vestido de marinerito, como si fuera a celebrar allí su primera comunión, con sus zapatitos blancos, su gorra de marino y aquéllos impenetrables gafas oscuras que ocultaban una mirada siempre inquietante. Las cámaras de la propaganda oficial retrataban la noticia. Abordaba las costas vascas con toda su familia, para pasar unos días calificados como dichosos, deportivos y festivos. Y así, cada verano, todos los españolitos veíamos en el NO-DO los paseos elegantes y arbolados de San Sebastián, las magníficas playas de Ondarreta y la Concha, el circo de mar que rodea la villa, sus avenidas perfectas, trazadas con tiralíneas y jalonadas de palacios afrancesados. Todo adornaba las andanzas del general, incluso el Rio Urumea que divide su callejero hasta el mar. Me contaba uno de los mejores periodistas que yo he conocido y del que tanto aprendí, Iñaki Gabilondo, criado en San Sebastián donde comenzó su carrera profesional, que alguno de sus vecinos sabían de antemano cuando llegaba Franco. La guardia civil se presentaba en sus casas y se los llevaba a la cárcel hasta que Franco se despedía en el horizonte marítimo. A lo mejor, estos pelotaris de Bildu prefieren aquel retrato al del hombre que abortó el 23-F o impulsó la Constitución que les permite defender sus ideas, las mismas que apadrina una organización armada, con centenares de víctimas a sus espaldas, y que ellos, “los pacificadores” de Euskadi, no quieren condenar.
Lo siento mucho, pero un servidor de ustedes no quiere sumarse a ese grupo, con tantos papanatas dentro, que esperan algo de Bildu. San Sebastián ha sido mi destino profesional muchísimas veces. Desde allí he contado el levantamiento de decenas de cadáveres: agentes, jefes militares, cocineros, pescadores, taxistas, funcionarios, políticos, periodistas y tantos y tantos. Muertos en la calle, indefensos, a tiro limpio. He pateado el casco viejo, secuestrado durante años por pandilleros amenazadores, sucio de pintadas torvas y agresivas, con fotos de criminales etarras colgando de las ventanas. He visto por los aires las sillas de las terrazas de los bulevares, mientras la burguesía donostiarra, culta y señorial, se escondía en los portales mirando para otro lado. Autobuses calcinados. Artefactos incendiarios sembrar de fuego y temor plazas repletas de niños. Carreras en cualquier lugar y cualquier hora del día. Vecinos que dejaban sin valor acuerdos de juntas vecinales con su solo presencia o equipamientos escolares que nunca se levantaron, después de recibir un recadito del otro lado en forma de bomba. He sufrido la ira radical de aquellas gentes y el silencio dramático y atemorizado de mis amigos. Tantas iniciativas cívicas y culturales reventadas por “los de siempre”. Los que ahora vuelven con la vieja cantinela de la normalización. No me creo absolutamente nada, me repugnan los totalitarismos, y dudo que sean capaces, no lo llevan en el ADN, de gestionar la capitalidad cultural de San Sebastián. Los principios ideológicos de los que presumen son incompatibles con la universalidad de un acontecimiento de esas características. Lo siento muchísimo por San Sebastián y sus buenas gentes.
Fernando González, LA ESTRELLA DIGITAL, 6/7/2011