Eduardo Rodrigálvarez, EL PAÍS, 24/9/11
Bildu no estará con los Príncipes de España en la inauguración de la facultad de gastronomía de San Sebastián. Enorme dilema: de un lado, los Príncipes, con sus oropeles, como máxima representación de un Estado en el que participan pero desconocen, y de otro, la gastronomía, la auténtica liturgia de un país que sobre todo es famoso por saber comer, cosa importante y no siempre bien ponderada.
Yo entiendo que Bildu, es decir, Martín Garitano en este caso, no quiera estar con los Príncipes (habría que saber si los Príncipes quieren estar con Bildu, en este caso Martín Garitano). No solo lo entiendo sino que además se lo exijo. Lo que no entiendo son las razones, que más parecen excusas, tuberías por las que verter las aguas turbias de una decisión poco comprometida. Estoy convencido de que si Bildu dijera que no acude a un acto real por su condición republicana (no española, sino global, filosófica) hasta los Príncipes entenderían su decisión. Es lo lógico, diría el Príncipe Felipe a quien, lógicamente, tampoco se le ha visto inaugurar ningunas jornadas sobre la República, seguramente por estética.
Ya sé que los estetas de la política dirán que una cosa es el huevo -la institución foral- y otra la gallina -la filosofía política-, pero yo siempre he entendido que cuando ambos asuntos se ponen frente a frente debe ganar la gallina. Y no pasa nada. Las ausencias pueden ser elegantes, razonables, razonadas y comprensibles. No hay que caer en el error de aquellas bodas religiosas que se hacían contra la ideología de uno de los conyúges porque «total a ti que más te da, si eres ateo, ir a la Iglesia o no», desentendiéndose del dolor que le produce a un ateo asistir al territorio contrario.
Lo que no entiendo, ilustrísimo señor Garitano, presidente del Diputación Foral de Guipúzcoa, es que alegue una visita a los presos sociales como argumento que le impide asistir no a la visita de los Príncipes sino a la inauguración de la facultad de gastronomía de San Sebastián. Me parece, en verdad, que no es usted sincero consigo mismo, que prefiere la artimaña al argumento, que prefiere las mentiras piadosas a las verdades verdaderas. Y creo que ni los guipuzcoanos, ni mucho menos, sus guipuzcoanos esperan de usted ese ejercicio tan provinciano de la diplomacia
Tengo para mí, visto lo visto, que está usted, lógicamente, a años luz de la realidad institucional. Entiendo que no entienda lo que siempre desconoció y negó. Supongo que usted lo llama prudencia, pero la prudencia es una habilidad política que no se aprende en un día y, lo que no existe, desde luego, es la prudencia intelectual. Si hubiera dicho la verdad lo habría entendido hasta el Príncipe. Pero su argumento oficial tiene la misma validez que si hubiera justificado su presencia por la magnífica textura de los txipirones.
Eduardo Rodrigálvarez, EL PAÍS, 24/9/11