- No será hoy, pero dentro de cuatro años, Otegi y los suyos gobernarán esa región desde la que sembraron el terror en toda España. Los beneficios que no consiguieron con el tiro en la nuca los disfrutan ahora sus descendientes
El fantasma de ETA ha ganado las elecciones en el País Vasco. Sus herederos, sus cachorros, algunos de sus pistoleros, sus legatarios, aquellos que creen que aquello fue «un ciclo político» y los matarifes formaban parte de «una banda armada» han hecho historia. Con 27 escaños, siete asientos más que hace cuatro años, Bildu ha empatado por primera vez con el PNV, que se deja en el camino cuatro diputados, pero que seguirá gobernando con el apoyo del PSE, con el que suma 39 escaños, uno más de la mayoría absoluta. Eso sí, aunque Imanol Pradales sea lehendakari y Ortúzar venda que han sobrevivido y tienen más votos que Otegi, su partido está en una profunda crisis, seguramente en paralela al invierno demográfico de la población vasca, la cuarta Autonomía más envejecida de España y con una crisis industrial profunda.
Curiosamente, cuando la independencia menos interés suscita en la sociedad vasca –solo uno de cada cinco vascos la apoya– y la participación es bajísima –a 4 de cada diez votantes no les interesan estas elecciones– el soberanismo cosecha 54 de los 75 escaños del Parlamento. Una pésima noticia para España, cuyos dos Gobiernos de la alternancia han inflado el poder de los partidos separatistas tanto en País Vasco como en Cataluña a cambio de sus apoyos en el Congreso. La entrada de Vox, con un escaño, sumado a los 7 del PP, que crece en uno con un meritorio candidato, se convertirán en la única voz constitucionalista en el Parlamento vasco. Un discurso que se antoja testimonial frente a la potencia de los que quieren destruir España.
Bildu, convertido en el atrapatodo con una estrategia impostada, se ha nutrido del fiasco de Podemos, pero sobre todo de Pedro Sánchez, que le ha transferido el oxígeno necesario para engañar a todos todo el tiempo. Cuando ETA dejó de matar, los socialistas de Zapatero emprendieron el blanqueamiento de esa marca con la esperanza de que sirviera de comodín al PSOE para sumar mayorías en el Congreso; ahora, el actual presidente solo ha hecho que continuar esa política inmoral de vender la unidad de España a cambio de la aritmética parlamentaria que no logra sumar en las urnas.
El presidente que presume de que conoce España mejor que Feijóo ha sido el gran caracterizador de Otegi y los suyos: kilos de maquillaje para vender que Otxandiano era un remedo de Olof Palme –no en vano estudió en Suecia las estrategias de los socialistas nórdicos–, el mismo que iba a arreglar las pensiones a los mayores, construir viviendas para los más jóvenes –75.000 se ha incorporado al censo electoral– y que iba a trabajar para que las listas de espera en los hospitales pasaran a la historia. Con el Gobierno de España remando a favor de Bildu, el soberanismo, la hoja de ruta para la autodeterminación, ETA y la pulsión identitaria se ocultaba durante la campaña para cuando llegara el momento de exprimir a Sánchez a cambio de los cinco votos proetarras en el Congreso. Solo cuando al candidato de Bildu se le vieron las costuras en una entrevista en la Ser, se comprobó que los proetarras eran lo que todos imaginábamos: el partido que incluyó a 44 etarras en sus listas y nunca ha condenado los asesinatos.
No obstante, ese error de Otaxandiano le vino bien al PNV, que atizó el voto del miedo y llenó la bolsa, lo que ha impedido que el triunfo de Bildu haya sido el que pronosticaban las encuestas. Por eso, Feijóo dio orden de que no se participara de ese debate, sabedor de que esa estrategia solo beneficiaría al partido de Ortúzar. Todavía hay un electorado que se disputan PNV y PP en el eje de la derecha, votantes que probablemente han acudido al partido nacionalista en forma de voto útil para frenar las expectativas de Bildu.
Sánchez no gana unas elecciones desde que Illa lo hizo en Cataluña en 2021. Ha perdido las de Madrid, Castilla y León, Andalucía, las municipales del 28-M, las generales del 23 de julio, las gallegas de febrero y ahora las del País Vasco, aunque haya crecido en dos. Y cuanto más débil es, más claudicaciones nos esperan. Eneko Andueza, el candidato de Sánchez, le preguntó en el debate de la televisión vasca a Pradales si «¿van a volver a pactar con Bildu un proceso soberanista como en Cataluña? El candidato del PNV le enseñó al socialista un documento firmado por Sánchez con el PNV en el que se comprometía a “entrar con urgencia» en un proceso para cesiones al soberanismo. Y a Bildu, ganador moral, le dará el cambio legislativo que reclama para que los presos etarras -120 ya han sido acercados- puedan ir saliendo a la calle, descontándose los años que pasaron en las cárceles de Francia.
La vida sigue igual… por el momento. El PSE de Eneko Andueza, con dos escaños más, seguirá siendo la muleta del PNV, partido que gobierna desde el principio de los tiempos, salvo el paréntesis de Patxi López, Pedro Sánchez dormirá tranquilo en el colchón de Moncloa con la anuencia de PNV, Puigdemont y Bildu, el PP gana un escaño que no es suficiente para ser relevante, el constitucionalismo es cada vez más residual, Yolanda Díaz consigue un pírrico escaño que solo aplaza su entierro político, Podemos, que en 2016 ganó en las generales en el País Vasco, está muerto. No será hoy, pero dentro de cuatro años, Otegi –tan exultante anoche– y los suyos gobernarán esa región desde la que sembraron el terror en toda España. Los beneficios que no consiguieron con el tiro en la nuca los disfrutan ahora sus descendientes. Ya están aquí. Gracias, Pedro.