David Horowitz, LIBERTAD DIGITAL, 9/5/12
Al Qaeda ha interpretado un papel bastante marginal y cada vez menos relevante en los más de 17.000 atentados terroristas islámicos que se han perpetrado desde el 11 de Septiembre.
Osama bin Laden era el símbolo de la yihad islámica. Tras el 11 de Septiembre, las encuestas encargadas por Al-Yazira entre otras fuentes indicaron que del 10 al 50 por ciento de los musulmanes lo calificaban de héroe. Son entre 150 y 750 millones de personas. Los símbolos son importantes, y la muerte del símbolo de la yihad islámica es importante. Pero la yihad perdura.
El hecho de que Bin Laden perdiera la vida en un inmueble en las inmediaciones de Islamabad (idóneo nombre) no es sino un indicador del apoyo del que disfrutaba en el mundo árabe. Pero para cuando nuestros efectivos le echaron el guante, diez años después del 11 de Septiembre, el eje de la yihad había pasado tiempo atrás de las cuevas de Waziristán a Oriente Próximo, a la República Islámica de Irán, al Hezbolá libanés y a Hamás en Gaza, y al origen del odio islámico y su cruzada contra Occidente, la Hermandad Musulmana egipcia.
Obama reivindica el mérito de la muerte del líder de Al Qaeda, y lo merece, por el conflicto de agresión que emprendió en Pakistán en particular.
Fue una estrategia audaz que en su momento provocó la ira de la institución «progre» cuando Nixon lo intentó en Vietnam y cuando Reagan lo intentó en Libia y cuando Bush lo intentó en Irak. Por desgracia, es la única mano dura de la estrategia de Obama hacia la yihad. La mano izquierda alimenta simultáneamente las llamas de la agresión islámica en territorio nacional y en Oriente Próximo, y nuestra guerra contra este mal está en pañales.
En su discurso de la noche, el presidente habló igual que si la guerra fuera una guerra contra Al Qaeda, aunque Al Qaeda ha interpretado un papel bastante marginal y cada vez menos relevante en los más de 17.000 atentados terroristas islámicos que se han perpetrado desde el 11 de Septiembre. Después de ese atentado, Bush juró que Estados Unidos no toleraría a los regímenes terroristas que amenazan a las democracias de Occidente. Se está con nosotros o contra nosotros, dijo, para decepción de la izquierda partidaria del apaciguamiento. Pero desde entonces, se han creado regímenes terroristas islámicos en el Líbano y en Gaza y en Somalia, los talibanes están resurgiendo en Pakistán y la Hermandad Musulmana avanza en Egipto. Vienen nubarrones –sobre todo a causa de la ineptitud sin paliativos de la propia administración Obama– que no van a escampar por la muerte de un hombre.
Todavía hay en el horizonte muchas jornadas de dolor y sufrimiento. Como dijo con tanto acierto el presidente Bush en los días posteriores al 11 de Septiembre, va a ser una larga y difícil guerra que probablemente se prolongue durante nuestra vida.
David Horowitz fue uno de los fundadores de la Nueva Izquierda norteamericana en los años 60 y fue editor de su principal publicación, la revista Ramparts. Junto al escritor Peter Collier, es autor de las tres biografías más vendidas de Estados Unidos: Los Rockefeller: la dinastía americana (1976); Los Kennedy: un sueño americano (1984); y Los Ford: una saga estadounidense (1987).
David Horowitz, LIBERTAD DIGITAL, 9/5/12