En el caso irlandés, el mayor acierto fue que los partidos no cayeron en enfrentamientos durante el proceso anterior a la tregua del IRA. Blair siguió con la tarea de su antecesor, siendo de otro partido; hubo comunicación fluida entre el gobierno y las demás fuerzas políticas; y supieron siempre quién era el adversario. El Gobierno español tiene mucho que aprender.
En el último minuto del juego de su mandato, el líder británico Tony Blair, antes de retirarse y dedicarse a mediar en el conflicto permanente entre Israel y Palestina, le ha ofrecido asesoramiento al presidente Zapatero. Será, quizás, porque lo habrá visto algo necesitado. Bien porque no ha pedido consejo a quienes, antes que él, sondearon a ETA y se equivocaron con la banda, o bien porque teme que la declaración solemne que busca en el Parlamento Europeo el próximo 25 de octubre (fecha de conmemoración del Estatuto de autonomía) vaya a producir equívocos.
El caso es que como la experiencia suele aportar conocimiento para no repetir errores, el primer mandatario británico -que llegó a ser tan amigo de Aznar que, durante años, los guiñoles le aplicaban, en su sátira televisiva, la frase «mi amigo Tony Bleeeerr» a modo de saludo- quiere echarle una mano a Zapatero. No es que se vaya a homologar el proceso irlandés con el vasco, que en la situación política tiene muy poco que ver. Pero lo que no resulta baldío es poder mirarse en el espejo del proceso de complicidad entre los partidos democráticos para poder llegar a negociar con el IRA el fin del terrorismo.
Una complicidad que funcionó hasta tal extremo que conviene recordar que el proceso no lo inició el laborista Blair sino su antecesor en la presidencia, el conservador John Major. Y cuando le sucedió Blair tuvo el detalle de no desmontar los primeros cimientos de la Declaración de Downing Street en la que había trabajado el gobierno anterior. Y mientras Gerry Adams convencía al IRA de parar (y no al revés) se iba tejiendo la red que tendría que soportar el peso de un cambio tan delicado.
Probablemente de todo esto hablarían anoche los dos presidentes, ahora que la tensión de sus primeros encuentros a raíz de cierta torpeza de Zapatero tratando a Blair como el que posó en la foto de las Azores, ha ido despareciendo. Y en el intercambio de ideas seguramente Blair habrá recordado, como ha reconocido en privado, que su gobierno cometió errores al precipitarse a la hora de excarcelar a los presos, y que empezaron a correr antes de tener conocimiento de la voluntad definitiva de los grupos terroristas de abandonar las armas.
Pero el mejor acierto, sin duda, fue que los partidos políticos tuvieron la grandeza de no caer en enfrentamientos durante todo el proceso anterior a la tregua del IRA. Porque Blair siguió con la tarea de su antecesor, a pesar de pertenecer a otro partido. Porque hubo comunicación fluida entre el gobierno y los interlocutores de las demás fuerzas políticas. Y porque supieron en todo momento quién era el adversario. En ese sentido, el Gobierno español tiene mucho que aprender.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 4/10/2006