Antonio Camacho, ABC, 29/10/12
El debate catalán de ahora mismo es entre Constitución o secesión. Soberanía nacional o soberanía identitaria
CON los partidarios de la secesión unidos en la efervescencia emocional de su delirio, el debate político catalán sólo puede equilibrarse si los partidos constitucionalistas plantan cara a la corriente separadora sin flaquear en la defensa de sus convicciones. Mas ha situado la cuestión en el punto que le conviene: dentro o fuera, soberanismo sí o no. Y se ha pronunciado sin ambages a favor de un proyecto segregacionista hasta convertir las próximas elecciones en un plebiscito que puede ganar si no encuentra enfrente la misma claridad de ideas e idéntica determinación de frenar su fuga hacia adelante. En ese sentido hay que admitir que hasta ahora lleva ventaja.
Porque cuando el PP parece haber dado al fin con el tono de su relato, los socialistas dan muestras de haberlo vuelto a perder en un confuso baile de ambigüedades federalistas. Rajoy pronunció el sábado en Barcelona una arenga impecable que puede constituir el punto de inflexión de su estatuaria táctica de perfil bajo. El presidente se fue a la zonacero del conflicto a denunciar con resolución la deriva desquiciada de la aventura secesionista, su vocación venenosa de enfrentamiento civil. La responsabilidad de su liderazgo exigía hace tiempo un pronunciamiento trascendente en el que asumiese su condición de representante de la nación española. Quizá haya sido su mejor discurso desde que preside el Gobierno; sin retóricas vibrantes para las que no está dotado soltó una proclama sensata, enérgica y bien argumentada contra la desafección en nombre de la convivencia nacional, los lazos afectivos y el pacto de mutuas lealtades. Tras los titubeos minimizadores del «lío» y la «algarabía» parece haberse percatado de la magnitud real del problema para abordarlo con el solemne compromiso de una cuestión de Estado.
Ahora le toca a la socialdemocracia, que en Cataluña ocupa una posición estratégica, y ayer dio un paso en falso. En ausencia de un Rubalcaba en horas bajas, corresponde a Pere Navarro asumir un desafío para el que acaso le falte cuajo. La propuesta de incluir en la Constitución el «derecho a decidir» es una concesión estéril, un error de debilidad que empaña su coraje inicial en la denuncia del radicalismo independentista. Empeñado en buscar un espacio que le separe del PP se está asomando al vacío de la irrelevancia. Su posición es difícil porque debe hallar un punto de cohesión entre el discurso igualitario del PSOE y el catalanismo particularista del PSC, pero las vacilaciones conciliadoras no van a taparle la presumible sangría. El debate catalán de ahora mismo es entre los partidarios y los adversarios de la independencia. Soberanía nacional o soberanía identitaria, Constitución o secesión, y ya habrá tiempo para matizar. La oleada nacionalista ha borrado los tonos intermedios y amenaza con sepultar bajo su arrolladora espuma cualquier balbuceo complaciente.
Antonio Camacho, ABC, 29/10/12