Ignacio Camacho-ABC
- Por ahora lo único obvio es que la esposa del presidente está investigada por tráfico de influencias en sus negocios
El laboratorio de frases de la Moncloa –no es metáfora, existe y se llama Unidad de Discurso y Mensaje– ha cambiado de jefe pero sigue aferrado a su ramplón estilo de comunicación machacona. De allí emanan los eslóganes políticos del día que los ministros repiten, ay del que no lo haga, con entusiasmo y disciplina. En la práctica, y a falta de mayoría para gobernar, es casi a lo único que se dedican; van saliendo uno detrás de otro y cada uno endilga la misma consigna según la vieja técnica –tan antigua que la popularizó Goebbels– de la cantinela reiterativa que luego replican en las redes los militantes, los cargos intermedios y toda la trompetería socialista. La otra mañana fue lo de «blanco y en botella» a propósito del interrogatorio del juez Peinado a Sánchez en sede monclovita. La cosa no tenía mucho que comentar porque se trataba de una mera diligencia judicial de rutina pero alguna minerva debió de considerar muy ocurrente la muletilla y lo que logró fue que pareciese que todo el Consejo de Gobierno había desayunado en una lechería.
Sin embargo no acababa de quedar claro en qué consistía la supuesta evidencia. En la grabación, de menos de dos minutos, sólo se escucha decir al presidente que Begoña Gómez es su esposa, afirmación sin duda cierta, y que se acoge al derecho de no declarar por razones de familiaridad directa. Por muy aficionado que sea el presidente a mentir no había demasiado margen en una declaración tan escueta, cuya única novedad consiste, si acaso, en que por una vez resultó sincera. Pero los ministros no iban a destacar eso. Se supone que el autor del argumentario, poco ocurrente esa mañana, pensó que el recurso al refranero sugería una intención torcida del magistrado en el cumplimiento de un trámite francamente escueto, pero lo único que consiguió con ese quiebro hueco es que Bolaños, López y Puente –uno, dos y tres, como los banderilleros lorquianos en el redondel– se retratasen con idéntico déficit de ingenio.
Blanco y en botella significa algo transparente o muy obvio. Y en el asunto de marras lo más claro es que la mujer de Sánchez está investigada por presunto tráfico de influencias en un sumario. Que sin poseer título habilitante, la Universidad Complutense le montó una cátedra y un máster en horas veinticuatro. Que recomendó por escrito al patrocinador de dicho máster para que el Ejecutivo presidido por su marido le adjudicase unos contratos. Que encargó una herramienta informática y la registró a su nombre sin permiso ni conocimiento de los propietarios, y que recibía en un despacho oficial a sus mecenas privados. Estos son hechos irrefutables, palmarios, fehacientes, y tienen apariencia de conflicto de intereses. Sí existe ilícito penal lo decidirán los jueces, a los que el poder político está intentando condicionar el ejercicio de su función independiente. Y eso sí que es la leche.