Bueno, pues ya no solo es el juez Peinado el que tiene su atención puesta en las cositas de Begoña Gómez. Una de estas cositas de la presidenta (© Patxi López) fue la apropiación del software de la Universidad Complutense ‘pro domo sua’. La Fiscalía no veía en ello irregularidad alguna. ¿De quién depende la Fiscalía? Pues ya está, que diría su marido presidente. Otra cosita es ostentar -detentar habría que escribir-la cátedra en un master en el que no podría matricularse como alumna por falta de titulación. “España y yo somos así, señora”, que escribió Eduardo Marquina.
Hay más cosas, claro. La mujer del presidente hizo de La Moncloa el domicilio social de su empresa y allí convocaba a sus patrocinadores y amigos (Barrabés, Goyache) para tratar de su cátedra y sus asuntos. Sánchez no podía desconocerlo, porque estuvo en alguna reunión con Barrabés. Hubo otro caso en que un familiar de un gobernante usó unas instalaciones públicas como oficina privada. Se llamaba Juan Guerra y la oficina pública que invadió para tomar cafelitos con empresarios era la Delegación del Gobierno en Sevilla. No ofrecía a sus visitantes regalías de Alfonso Guerra, pero el asunto le costó la cabeza política al vicepresidente. Hágase el lector su analogía.
Hubo otro caso de ocupación de un espacio público. El Gobierno de Sánchez cerró para Begoña Gómez una planta de RNE en la que grabó un ‘podcast’ para apoyar su petición de cátedra, como hizo Barden en el hospital Cedars Sinaí de Los Angeles para que pariese su mujer. Bueno, no que el hospital judío es privado y el artista lo pagó de su bolsillo.
La interventora de la Complutense, Elvira Gutiérrez-Vierna dijo por escrito que en la relación de Begoña Gómez con la Universidad hubo “una inobservancia absoluta de los procedimientos establecidos tanto para la preparación del contrato como para la adjudicación del mismo”. Por ir abreviando: el abogado de la UCM llama la atención del juez sobre la impotencia de la institución ante la falta de colaboración de Begoña Gómez entre otros, para esclarecer los hechos.
De todo lo que vamos conociendo cabe inferir que Pedro Sánchez no es en absoluto ajeno a las cositas de su esposa. Él tuvo que declarar ante el juez Peinado y lo hizo con una breve intervención que conocimos ayer. En ella admitió a pregunta del juez que Begoña Gómez Fernández es su esposa y que se acogía al artículo 416 de la LECrim para no declarar. El juez Peinado comentó que se pueden sacar conclusiones del silencio de Pedro Sánchez. Y tenía razón, porque el citado 416 dice que “El Juez instructor advertirá al testigo que se halle comprendido en el párrafo anterior que no tiene obligación de declarar en contra del procesado; pero que puede hacer las manifestaciones que considere oportunas…” Es decir, que estaba dispensado de declarar contra su mujer, pero nada le impedía declarar a su favor, salvo la obligación de decir verdad.
Preguntado si mantiene alguna relación con Barrabés y Goyache dije escuetamente “no”. Parte de la culpa de esto la tuvo su señoría por formular la pregunta en presente. Debió preguntar “si tiene o tuvo en el pasado alguna relación”. Y ahí están las dos visitas a La Moncloa y los piropos inequívocos que Sánchez echó al patrocinador de su señora en Zaragoza el 22 de enero de 2021 después de las dos cartas de recomendación de Bego.
En fin, que más claro agua o, por decirlo con el tópico de Puente, Bolaños y Oscar López para descalificar al juez instructor, “blanco y en botella”. Ahora viene en tetrabrick.