Editorial-El Correo

La convocatoria del congreso del PSOE en Sevilla entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre es un hábil movimiento táctico de Pedro Sánchez en un momento de debilidad para blindarse internamente y reforzar su hiperliderazgo frente a las minoritarias voces críticas y los serios recelos que ha suscitado entre los barones socialistas la financiación «singular» a Cataluña. Con una agrietada mayoría de la investidura que ni siquiera le garantiza aprobar los Presupuestos, el presidente aspira a convertir el cónclave en un cierre de filas en torno a sus decisiones más controvertidas que visualice el escaso peso de los discrepantes, así como en una palanca para reactivar al partido y al Gobierno. A la cita seguirán, como establecen los estatutos, congresos regionales, en los que intentará configurar una estructura aún más fiel con la que afrontar el próximo ciclo electoral. El PSOE necesita poner al día su proyecto político, sobre todo en lo que respecta al modelo territorial. Las cesiones fiscales al independentismo catalán chirrían con su apuesta federal. También precisa favorecer los cauces internos de debate y un liderazgo más coral aunque el de Sánchez no esté en cuestión.