IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Conocido ya el cierre de diciembre, podemos hacer un boceto del daño causado en el empleo por la pandemia. Es terrible. De los múltiples datos que se manejan le voy a citar unos pocos que proceden de los cálculos realizados por el Servicio de Estudios del BBVA. En su opinión, si no hubiese aparecido la enfermedad tendríamos hoy 830.000 afiliados más a la Seguridad Social y 800.000 desempleados menos en el antiguo Inem. Y eso no es todo, la situación real es mucho peor pues hay más de 1.100.000 trabajadores con su actividad laboral limitada entre los 755.000 que se cobijan en los ERTE y los 349.300 autónomos que reciben una prestación.

Como le digo esto es solo un borrador. Para tener el plano completo, real y definitivo, nos faltan más cosas. Por un lado necesitamos conocer cómo van a ser y cuánto van a durar las restricciones que se impondrán durante el periodo de tiempo que transcurrirá hasta que la difusión de las vacunas consiga inmunizar a la población (al rebaño, como acertadamente nos definen los sanitarios). La primera parte del programa de vacunación, que fue anunciado a bombo y platillo, se ha convertido en un fiasco, en un escándalo intolerable. No es ya que nuestros dirigentes no sepan gestionar una pandemia; es que, simplemente, no saben gestionar. La primera ola llegó de manera inesperada e imprevisible. Correcto, era un ‘cisne negro’. Pero hemos seguido día a día las investigaciones de la vacuna, su proceso de puesta a disposición y su calendario de entrega a las autoridades. ¿Cómo es posible entonces que tan solo se hayan aplicado los ridículos porcentajes que se han inyectado, en general menores del 20%? ¿Les ha sorprendido que este año llegaran las fiestas navideñas? Hemos estado nueve meses sin vacunas y cuando por fin llegan, no se ponen. ¿Estará el ministro Illa tan ocupado con sus carteles electorales? Inaudito.

Y, como consecuencia de que la enfermedad se encuentra lejos de estar derrotada, nos falta por conocer el número de parados que acumularemos de aquí a entonces y cuántos de entre el millón largo de trabajadores con actividad limitada volverán a sus puestos y cuántos engrosarán directamente el paro. Con el paro enrrabietado y la inversión huida, nos falta conocer el dato del PIB para hacernos una idea cabal del daño que deberemos reparar. ¿Podrán con todo ello los fondos europeos? Ya veremos. Daría por seguro que, antes de recibirlos, tendremos que hacer unos cuantos deberes. Es decir, traducido a lenguaje europeo, tendremos que hacer las cosas bien. De momento, no transitamos por la senda de la excelencia. Ni mucho menos.