José Alejandro Vara-Vozpópuli
- El extraño movimiento del triministro ante el juez Peinado abre todo tipo de teorías sobre su último gatillazo
¿A quién telefoneó Félix Bolaños durante el interrogatorio del juez Peinado? ¿Con quién habló tras ausentarse de la sala donde se celebraba su comparecencia? ¿Qué información recibió, quién le dio el nombre, quién le despejó la inesperada duda? Misterio. En el sanchismo, sabido es, todo es transparencia.
Muy normal no resulta que un ministro de Justicia (y de Presidencia, y de Relaciones con las Cortes) sea convocado a deponer como testigo en la causa que se sigue con la esposa de un presidente del Gobierno imputada por cuatro presuntos delitos. Lo habitual en estos casos, al menos en los países donde se manejan en términos democráticos, es que tanto el ministro, como la imputada y su esposo, el jefe del Gobierno, se hubieran ido ya a su casa.
Un despido indecente
Aquí no ocurren estas cosas. La liturgia judicial del ‘caso Begoña’ en este Miércoles Santo resultó tan inusual que roza lo estrambótico. Para empezar, el instructor hizo bajar del vehículo oficial que lo trasladaba a la Moncloa a un policía que le habían metido de rondón con inexplicadas intenciones. No por sospechar del policía, que a saber, sino por no fiarse de su jefe, el tenebroso Marlaska, uno de los ministros más activos en perseguirlo, hostigarlo, amedrentarlo con todo tipo de declaraciones y, posiblemente, de acciones. También tuvo que reclamar el magistrado una tarima para aparecer en un plano superior al del resto de los presentes en la sala, como es normal en un juzgado. Incluso hubo de esperar a que Bolaños despejara sus dudas sobre quién era el jefe orgánico de la asistente de Begoña Gómez, detalle que, al parecer, el susodicho desconocía.Entre la tarima, el montaje de los aparatos para grabar la sesión y las idas y venidas de Bolaños, aquello se demoró dos horas y veinte minutos. Un tiempo excesivo si se atiende al resultado de la vista. El testigo, luego del fatídico telefonazo, señaló sin titubeos a un subordinado y se acabó el lío. Es decir, como siempre en todas las causas que se siguen contra el sanchismo. Así, Caridad Martín, responsable de Desarrollo Rural, fue despedida de Tragsa al estallar el escándalo de Jésica, la prostituta al servicio exclusivo de Ábalos. ¿Qué tenía que ver esta pobre funcionaria, destinada en el departamento de asuntos agrarios, con la ‘sobrina’ sexual de quien era número dos de Sánchez en el Gobierno y en el PSOE?
El problema es que Cristina Álvarez fue más allá de su cometido. Se convirtió en colaboradora en los business personales de la señora, cerraba acuerdos, requería pagos, negociaba con financiadores del máster y alguna que otra extravagancia impropia de su función
Bolaños era secretario general de la Presidencia del Gobierno cuando se fichó a Cristina Álvarez como asistente de Begoña. Eran buenas amigas, nada que objetar si se hubiera ceñido a su función de auxiliar a la esposa del presidente para los asuntos propios de su condición. Acompañarla a los actos, asesorar en cuestiones de protocolo, de agenda, de comunicación, es decir, oficiar como una secretaría personal, como así ha sido siempre. El problema es que Cristina Álvarez fue más allá de su cometido. Se convirtió en colaboradora en los business personales de la señora, cerraba acuerdos, urgía pagos, negociaba con financiadores del máster y alguna que otra extravagancia impropia. Por eso está imputada, al igual que su jefa. Por eso Bolaños reniega de su existencia. No la conocía, no la contrató, no era su jefe, no dependia de él. Pese a ser el controlador de Presidencia, el jefazo del Ala Oeste, bien en su función secretario general, primero, como en la de triministro después, esa Cristina no era más un semoviente extraño, un holograma ajeno a su ámbito de actuación. Quizás por eso interrumpió su declaración y salió a consultar a quién le endosaba el muerto. Un movimiento muy extraño puesto que esa era la cuestión prioritaria, y casi única, que intentaba despejar el juez en su visita a la sede del Gobierno.
Tras el receso (algunas crónicas hablan de diez minutos, otras de treinta, a saber), Bolaños ya trajo el nombre del responsable en cuestión: Raúl Díaz Silva se llama, amigote y compañero fiel de Pedro Sánchez, que ostenta el cargo de vocal asesor de la Unidad de apoyo a la secretaría general de Presidencia. Todo eso. Es decir, una especie de mayordomo mayor del presidente. Lo acompaña a todas partes, está pendiente de si necesita un boli, un pañuelo, junto a quién le sientan, qué menú le sirven y demás menudencias. Él mismo se daba importancia en la serie sobre su jefe –Moncloa, cuatro estaciones- que finalmente emitio ‘El País’ porque nadie la quería. Amén de que también es el capataz de la zona de servicios del Palacio, el que controla al personal secundario de la casa. Este es Raúl Díaz Silva, el último personaje en incorporarse al cuadro de actores del Begoña´s affaire y que, presumiblemente, muy pronto será también llamado a declarar.
”Lo normal en toda esposa de presidente”, decía Bolaños en su testifical, afinando quizás esa boquita de pitiminí que se le escapa cuando se empeña en la trola. Tan normal como que 47 cargos públicos han desfilado hasta ahora ante los jueces
Tal y como están las cosas, a Peinado tendrán que ponerle una sucursal por las dependencias presidenciales, porque Begoña ha contaminado todo el recinto y todavía quedan seis meses de instrucción. La imputada convirtió su residencia privada en un centro de negocios en el que se apalabraban másteres, apañaban subvenciones, perfilaban socios…”Lo normal en toda esposa de presidente”, decía Bolaños en su testifical, afinando quizás esa boquita de pitiminí que se le escapa cuando se empeña en la trola. Tan normal como el hecho de que 47 cargos públicos, como informaba El Mundo, han desfilado hasta ahora ante los jueces, salpicados, acusados, imputados, señalados, enlodados por las hazañas delictivas del sanchismo. Nunca se vio tal cosa. Y lo más singular es que, quizás con excepción del burdo Ábalos y toda su trama koldista, apenas pasará nada. Asumir responsabilidades políticas (salvo Belarmina, la consejera de los mineros muertos en Asturias) resulta tan ilusorio como esperar que Bolaños deslice una verdad.
Es un incompetente abrumador. Como recuerda siempre Cayetana Álvarez de Toledo, que le humilla sin clemencia en cada sesión de control, el triministro ha consumado cuatro hazañas antidemocráticas por las que será recordado:
-Redactar, «a cuatro pies», con un prófugo de la Justicia, una ley de amnistía que el Supremo considera inaplicable.
-Mantener contra viento y marea a un fiscal general imputado por revelación de secretos para destruir a una rival política, hecho sin precedentes salvo en regímenes totalitarios.
-Convertir la presidencia del Congreso en una farsa innoble.
-Erigirse en abogado defensor de la familia del presidente, movilizando a todas las instituciones del Estado, fiscalía, abogacía del Estado, Congreso…en la operación rescate del gran narciso.
Cayetana le llama el ‘bulócrata’ porque se empeña en difundir infundios y enrollarse con las patrañas. El triministro es de la teoría de que «no hay que hablar de los hechos, a nadie le importan los hechos, lo único que importa es lo que se publica”. Esta es la norma de Sánchez. De ahí esa ley contra ‘los psudomedios’ que vienen urdiendo desde hace meses y que no termina de arrancar. ¿Será el quinto gatillazo de Bolaños?
EL VARÓMETRO
-«Por muy adormilada que ande la gente, por muy sedados que los tengamos, esto no aguanta». Oído en bar cercano a Ferraz.
-Silvia Intxaurrondo parece de esas personas que creen que odiar el brunch da personalidad.
-Tenemos a una titulada como maestra infantil al frente de Educación. Y además se cree Sarah Bernhardt cuando habla de las putas de Ábalos en el Parador de Teruel.
-El ministro Planas (Agricultura), en lugar de ironizar contra el juez Peinado, debería aclarar asuntos inmobiliarios sobre su paso como embajador en Marruecos. De lo de su esposa ni hablamos.
-No hay mecanismo más preciso ni artilugio más confiable que las puertas de los Mercadona.
-La próxima vez que ese tipo cite a Marco Aurelio lo sucumbo a balazos.