Lo pensábamos un chupatintas reseco y derivó en rinoceronte. Bolaños estuvo a punto de pasar al cajón de los desechos (Carmen Calvo, José Luis Ávalos, Maxim Huerta, Adriana Lastra…) cuando la pifió en las negociaciones con el PP para renovar el CGPJ, la pieza más codiciada por Sánchez de un edificio de la Justicia casi sometido. Se pasó de listo con González Pons pero llegó Feijóo y puso las cosas en su sitio. No se puede sellar un acuerdo sobre asunto tan principal mientras, bajo cuerda, se negocia con los golpistas el borrado de la sedición. Tras ese episodio, Bolaños estuvo un tiempo en la nevera, como los arbitruchos caserones que no acataban las órdenes del Barça y de Negreira, valga la redundancia. Sin prisas, Bolaños, que te haces daño.
Sobrevino luego el cataclismo del 28-M en el que PSOE perdió casi todo su poder territorial, la Cámara Alta y la confianza en el futuro. Convertido en el chivo expiatorio de la campaña, lo enviaron otra vez al rincón de los necios. Sin prisas, Bolaños, que te haces daño.
Equipazo de lumbreras
Los brujos visitadores se hicieron con el control del ala oeste, jugada similar a la que, tiempo atrás, le hicieron a Iván Redondo, su predecesor, y lograron salvar la carrera de Sánchez en unas elecciones generales que perdieron pero ganaron. Un errado Feijóo algo colaboró en ese empeño mientras que Bolaños apenas apareció en la memoria del éxito. Cuidado, Bolaños…
¿Por qué no vicepresidente? Todo ha cambiado. El ministro de la memoria sombría y el infausto presente acaba de coronar un picacho que parecía inaccesible, un siete mil de los que abren la puerta a la gloria. Sánchez lo enroló en el equipo negociador con el delirante de Waterloo para amarrar los siete escaños de la tranquilidad. Lo rodeó de grandes estrategas, gente de un nivel intelectual deslumbrante y un pedigrí académico de medalla de honor. Santos Cerdán, Patxi López, Emejota Montero y el patotero Oscar Puente conformaban esta alineación de eminencias adiestrada en una estrategia concisa y uniforme. Sonreír sin cesar, asentir sin descanso, inclinar la cerviz y sacarle lustre al calzado del anfitrión. Ni una disputa, ni un ‘no’, ni un contratiempo. «Lo que tú digas, Carles«. «Como tú quieras, Puchi«. «A tus órdenes, mi muy hunoraple«. Et voilà!, la amnistía se hizo.
Una vez satisfecha hasta la última demanda del líder de la caverna secesionista, pudo exhibir esas 23 páginas de la ley de amnistía que han sacudido a media España de la modorra
Tantos años encargado de la sección de fotocopias en un oscuro departamento del Banco de España, alternando con carreritas de trepa por los despachos de la UGT y Ferraz, le habían labrado a Bolaños una imagen de perrito confiable de enorme utilidad para cualquier cometido. Un Ábalos sin alcohol, un Patxilópez sin rebuznos.
Una vez satisfecha hasta la última demanda del líder de la caverna secesionista, este lunes pudo exhibir las 23 páginas que contiene esa ley que ha conseguido indignar a una España que acaba de sacudirse la modorra y ha decidido salir a la calle a mostrar su ira.
«Un paso gigante para la convivencia en Cataluña, una norma para hacer mejor España», cacareó Bolaños, con esa impostura de monaguillo repelente con la que recita sus proclamas, habitualmente inservibles. Salvo quizás Pumpido y un magistrado devenido en tertuliano de carné, no hay jurista que haya logrado encontrar ni una sola línea, en las 23 páginas de la ley de Amnistía, que tenga asiento en el marco de la Constitución y, por lo tanto, que resulte ajustada a derecho. «Apoteosis de la mentira», «Apología de la perversión judicial», «Consagración de la impunidad», son algunas de las comedidas definiciones que describen el resultado del trabajo de tanden B&B y asociados, esto es, Bolaños y Boye, este último, el abogado del prófugo, procesado por blanqueo de pasta de un narco y condenado por terrorismo. Esa es la pareja de baile de Bolaños, ese ha sido su alter ego negociador durante estos meses hasta redondear un artefacto que califica, con ese desparpajo de quien desconoce la pudicia, «impecable desde el punto de vista constitucional» y pieza clave para tender «puentes de entendimiento». ¿Con quién? ¿Con los golpistas amnistiados? ¿Con los terroristas salvados? ¿Con los criminales perdonados? ¿Con los delincuentes jaleados? Hasta Bruselas se ha mosqueado con el maldito invento y para allá que se fue el palafrenero, a explicarles que ahora, al fin, España, después de cuatro décadas de dictadura y otros cuarenta de odiosos gobiernos reaccionarios, al fin va a adentrarse en el lago azul de la anhelada democracia gracias a este inventito legislativo que sin duda será la envidia de la UE y provocará riadas de imitaciones. «Mi España vale lo que pesa, como mi España no hay ná», cantaría Victor Manuel cuando era rojo con Rabos.
En esta nueva etapa, Bolaños, algo ensoberbecido tras liquidar la igualdad entre españoles, aguarda un gestito amable del caudillo, una limosna discreta
Miembro de la cofradía de la indignidad, como su amo, Bolaños es un peoncillo algo redicho, un tipo menor, verborreico y prescindible que, por esas ambiciones de la vida, ha derivado en útil piececilla en el engranaje de esa maquinaria de la infamia que este jueves concretará en las Cortes cuatro años de prórroga. En esta nueva etapa, Bolaños, algo ensoberbecido tras liquidar la igualdad entre españoles, aguarda un gestito amable del caudillo, una limosna discreta. Quizás una vicepresidencia estaría bien. Cuidado, Bolaños…