ABC-JON JUARISTI

López Obrador debe pedir perdón a España por denostar a Bernal Díaz del Castillo

AMLO es el acrónimo de Andrés Manuel López Obrador, y es como se le conoce en México: Amlo. Parece difícil de pronunciar en español de España, pero los mexicanos pronuncian en su español palabras mucho más difíciles. Por ejemplo, Popocatepetl o Nezahualcóyotl. AMLO es anagrama de LAMO, LOMA, MOLA y MALO. También de ALMO, que es un adjetivo que les gustaba mucho a fray Luis y a Cervantes y que significa «alimenticio» o «estupendo, excelso, de rechupete». Ya nadie lo usa en España. En México se aplica a los tacos de huitlacoche, otra palabra impronunciable en español de aquí, como Atleti.

Enrique Krauze dice que AMLO «siempre se ha considerado un liberal, un juarista» (por una letra no somos parientes). Sin embargo, añade Krauze, AMLO «no es liberal, porque su tema es el poder, no la limitación del poder». AMLO es lo más parecido en mexicano a un podemita que busca empoderarse hasta reventar.

Lo que no se entiende muy bien es por qué AMLO ha montado el pollo del perdón y de las disculpas debidas a los aztecas contra este Gobierno frentepopulista y contra el Papa argentino. Si lo que buscaba era incordiar, lo habría hecho mejor con un gobierno liberal, de centro, no con uno de gente de su cuerda. Porque AMLO, salvando la cosa de género, se parece como un huevo de gallina a uno de oaxolotl (otra palabra complicada) a la vicepresidenta española. Si Carmen Calvo cree que no puede haber democracia, justicia ni paz en España hasta sacar del Valle de los Caídos la osamenta de Franco, AMLO sostiene que no puede haber relaciones amistosas de México con España ni con la Iglesia católica hasta que no pidan perdón una y otra a los descendientes de Moctezuma como López Obrador. O sea, que también está de los nervios, como la de Cabra.

A mí, lo que más me molesta de este Maduro mexicano en ciernes es que la haya tomado con Bernal Díaz del Castillo, uno de los españoles más decentes de todos los tiempos. Ramón J. Sender, que no era de Vox, cuenta de la crónica que aquél escribió de la conquista de México: «Decía el soldado Bernal en la primera página: “No he ganado nada de valor que dejar a mis hijos y descendientes más que esta verdadera historia, y leyéndola verán lo maravillosa que es”. Realmente es un prodigio, lo mismo por el estilo y el rico léxico del siglo XVI que por los hechos que cuenta (…), y los hechos están ahí. México con su realidad histórica. Pero hay hombres a los que ofende cualquier género de grandeza».

México debe mucho más a Cortés y a Bernal Díaz del Castillo que a todos los aztecas juntos. Si aquellos trescientos extremeños cubiertos de mugre no hubieran aparecido por un desfiladero de Anáhuac al frente de un mogollón de tlaxcaltecas bastante indignados, para decirlo suavemente, los aztecas se habrían comido a todos los demás pueblos indígenas de Mesoamérica, su fuente de proteínas. El desembarco de los españoles en Veracruz fue, como el de los americanos en Normandía, el comienzo de la liberación de los oprimidos por los nazis precortesianos. Como supo ver Vasconcelos, aquello fue el comienzo de la raza cósmica, mestiza, que hizo posible la nación mexicana, su lengua española magnífica, y a Pancho Villa, María Félix, Cantinflas, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Elena Poniatowska e incluso al mequetrefe de AMLO. Si este insiste en lo del perdón, a lo mejor le calma un bolero: «Perdón, vida de mi vida./ Perdón, si es que te he faltado./ Perdón, cariñito amado,/ ángel adorado,/ dame tu perdón». Con eso, un almo plato de enchiladas y una estancia en Parla a cargo del Partido Socialista Obrador Español (fracción okupa), seguro que se le pasan las ganas de insultar a sus verdaderos ancestros.