LIBERTAD DIGITAL 19/06/14
EDITORIAL
En vista de la vitalidad con la que Josu Uribetxeberria Bolinaga ha disfrutado de su puesta en libertad durante más de año y medio, su estado de salud no parece ser tan grave como para requerir su ingreso en un hospital o mantenerlo enclaustrado en casa. Ahora bien, el hecho de que la Fiscalía haya solicitado su arresto domiciliario y de que la Asociación de Víctimas del Terrorismo haya reclamado su ingreso en la cárcel o en un hospital penitenciario no se debe a que una y otra consideren que dejar que este asesino siga yéndose de bares y respaldando los actos del brazo político de ETA pueda constituir un riesgo para su mala salud de hierro, sino a que creen que semejante impunidad constituye una bochornosa afrenta a la memoria, a la dignidad y a la justicia que merecen las tres personas asesinadas por este sanguinario terrorista, más conocido por ser el secuestrador y torturador de Ortega Lara.
Los indicios que apuntan a que Bolinaga pudiera ser también el asesino de un cuarto agente de la Guardia Civil, Antonio Ramos, fue lo que motivó que el etarra dejara el pasado mes de abril de disfrutar de la injusta puesta en libertad que, gracias a las clamorosas mentiras del Gobierno de Rajoy, se le concedió en septiembre del año 2012.
Este miércoles, sin embargo, la Audiencia Nacional ha revocado la prisión domiciliaria en la que el etarra se encontraba desde hace dos meses por considerar que se trata de una medida «innecesaria y desproporcionada». Para poder sostener tan insultante aseveración, el tribunal no sólo alega que no existe riesgo de fuga ni de destrucción de pruebas, sino que vuelve a recurrir a la «fase terminal» en la que supuestamente se encuentra el asesino, que «claramente» indicaría la «inconveniencia» de su vuelta a la cárcel.
Para empezar, hay que señalar que la tan cacareada como desmentida «fase terminal» de Bolinaga la venimos oyendo desde hace cerca de dos años. Y tanto entonces como ahora nada impide –todo lo contrario– que los achaques que el terrorista pudiese padecer en los momentos en que no está de chiquitos o jaleando a sus compañeros de lucha pudiesen ser tratados en un hospital penitenciario.
Por otra parte, ¿cómo va a haber riesgo de fuga si, con el mal estado de la Justicia, Bolinaga no corre riesgo alguno de volver a prisión? ¿Cómo va a haber riesgo de que el terrorista se tome la molestia de destruir pruebas de su implicación en el asesinato del agente Ramos, si su mal estado de salud le hace inmune a su ya probada autoría de otros tres asesinatos y del secuestro de Ortega Lara?
Seguro que habrá un momento en que Bolinaga, como cualquier otro mortal, llegue de verdad a su «fase terminal». Pero ese momento no convertirá en verdades las clamorosas mentiras en las que se ha basado su puesta en libertad ni supondrá una mejora del estado de la Justicia.