IGNACIO CAMACHO-ABC

  • No sólo los separatistas juegan al desdoblamiento. De tanto juntarse con ellos, Sánchez se ha convertido en un experto

Pese al parte ‘de guerra’ proclamado la semana pasada por el ministro Bolaños –al que desde la operación Cuelgamuros, su único logro reseñable en medio de una secuencia de fracasos, se le pegado un cierto soniquete de Franco–, ni el ‘procés’ ha concluido ni el independentismo está cautivo y desarmado. Cautivo sí estuvo, al menos sus líderes, pero Sánchez los sacó de la cárcel y más tarde modificó la ley para exonerarlos de responsabilidades. Y desarmado (políticamente, claro) no parece a juzgar por la influencia que ejerce sobre la coalición gobernante y el desahogo con que usa sus poderes constitucionales. Ayer mismo, el jefe del Gobierno de España le hizo un hueco oficial a Pere Aragonés en la visita de Estado del presidente de Francia y el invitado aprovechó para postularse ante Macron como futuro socio en la Europa comunitaria. Con esa clase de lealtad no hacen falta más demostraciones de confianza: todo el mundo entiende que la pulsión separatista está controlada.

Al mismo tiempo, y para aclarar las cosas ante quien albergue dudas sobre la resolución del problema, unos acólitos movilizados por Junts y Esquerra se manifestaron ante la sede de la cumbre hispanofrancesa mientras el máximo representante de la Generalitat desairaba los himnos de ambos países haciendo ostensible su ausencia. Los acarreados, la mayoría jubilatas transportados en autocar, abuchearon y llamaron ‘botifler’ al mártir Junqueras, que en virtud de cierta alegoría evangélica –«que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha»– considera compatible participar en una protesta contra la reunión en la que participaba su propio albacea. La vieja estrategia del nacionalismo catalán, siempre con una patita dentro y otra fuera pero con la mano abierta para recibir prebendas que justifica como plazos atrasados de una imaginaria deuda. Si el ‘procès’ ha terminado, alguien ha olvidado informar a sus huestes callejeras.

Aunque no son los secesionistas los únicos expertos en este tipo de desdoblamiento. A Sánchez se le ha pegado la costumbre de tanto juntarse con ellos y blasona de constitucionalismo a la vez que cumple los pactos secretos gracias a los cuales permanece en el puesto. La diferencia principal con los secesionistas consiste en que éstos son sinceros y se atienen a lo que dicen con probada fidelidad a su empeño. Hasta ahora han obtenido uno por uno y de manera consecutiva todos los objetivos: la mesa de negociación bilateral, los indultos y la despenalización de sus delitos, y ese éxito les da motivo para pensar que pueden seguir llevando de la brida al sanchismo. Por eso conviene escucharlos cuando anuncian que el referéndum será el próximo hito. Los manifestantes se equivocaban: el ‘botifler’ no es Junqueras sino el que traicionó su palabra para abrirle la puerta del presidio, entregarle las llaves del poder y ponerse bajo su patrocinio.