Antonio Rivera-El Correo
FAES, el ‘think tank’ del Partido Popular, se soltó el pelo esta semana con la anotación 49 titulada como este apunte y dedicada a poner en su sitio al inefable nuevo presidente de los Estados Unidos. Bueno, en realidad se destinaba a poner ante su espejo y contradicción a su competidor, a Vox. Apelaba para ello su ocurrente redactor a tres argumentos: los aranceles que apuntan contra la competitividad del producto nacional, la subordinación a los deseos de un dictador oriental a lo Gengis Kan como Putin y la confusión que produce que el rector de la moral tradicional sea alguien que pagó por el silencio tras los servicios sexuales con una meretriz. Dinero, poder y sexo, los tres títulos ideales para una noticia, una exposición o un libro.
El segundo párrafo de tan sintética e ingeniosa anotación es más constructivo y se dedica a rescatar del fango de la derecha exagerada a dos socias: Meloni y Le Pen. El PP se reclamaría así conservador, tan europeísta como la posfascista italiana o tan atacado por los ‘patriots’ trumpistas como la ultraderechista gala. Enfrente, una derecha gamberra, autócrata y antieuropeísta, Vox, quedaría a merced del club de Putin y de sus intereses.
El ‘Eje del Mal’ y la lista de potencias autocráticas internacionales (China, India, Rusia, Turquía…) se refuerzan con la amistad interesada de los nuevos Estados Unidos aislacionistas y autárquicos, imperialistas y agresivos, respaldados desde lo pequeño por países y facciones políticas europeas subalternas y seguidistas. Vox ha caído en la trampa derechista y nuestro partido conservador tradicional corre a redimirse ideológicamente reclamándose auténticamente patriótico (defensor de la economía y las empresas nacionales), europeísta, independiente y coherente (y liberal hasta lo debido) en términos de moral.
Buen intento. Cuando parecía que el eurodiputado González Pons se había quedado solo tildando al ‘ogro naranja’ de «macho alfa de una manada de gorilas», la parte más sospechosa de derechismo de su partido sale en su rescate y deja descolocada a la dirección de la formación conservadora.
Hace bien FAES en tratar de separar el campo conservador del derechista, por más que se acomode más a este que a aquel. Los conservadores lo son porque respetan las reglas y a sus oponentes, y porque son capaces de criticar constructivamente a los propios. Las derechas se mueven en otro terreno, en el del hooliganismo, el disenso, el antagonismo, la provocación y la falta de reglas.
Trump se lo pone fácil, y el seguimiento acrítico que le hace Vox, más. Deja espacio para distinguirse y para defender valores frente a contravalores. Pero tiene sus problemas también porque las diferencias en su interior y en sus entornos mediáticos y de influencia son demasiado manifiestas. Es ese punto de contacto entre la derecha extrema y el conservadurismo radicalizado. Con Trump (y sus pequeños émulos) como referencia se puede explotar esa distinción. Solo falta que Núñez Feijóo y su oficialidad lo aprueben. El ‘sí’ de FAES lo tienen con esa anotación 49 tan clara.