Todo salió mal en la improvisada performance de Sánchez, embutido en un mono como de operario de fábrica de salchichas, en el Valle de los Caídos. Ni siquiera la prensa orgánica se apiadó de su esfuerzo, ese salto desde Qatar a El Escorial sin apenas un minuto para tomar resuello, y le hurtó los honores de portada. El paseo por el osario derivó en una ceremonia extravagante e indecente. Fue a visitar el presidente unos trabajos que no existen, puesto que están paralizados desde el 7 de enero a causa de una decisión judicial. Hubo que traer a la carrera ¡desde Granada! A los forenses, que se prestaron amablemente al vergonzante paripé. Incluso los huesos que le exhibieron al oportunista resultaron ser de caídos del bando nacional, como bien informó Sandra León en La noche de Dieter.
Sánchez recorría las instalaciones con esa circunspección de concejal debutante que exhibe en las ocasiones renombradas, mientras a su lado el ministro de la Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, salpicado de lleno por el koldismo, sacaba pecho no se sabe de qué, y su secretario de Estado, un Fernando Martínez, que fue alcalde de Almería hasta que aterrizó en este chollo, aparecía en las instantáneas sonriente y hasta, en alguna de ellas, a carcajada limpia. Un despropósito.
La factoría de propaganda del Ala Oeste difundió treinta fotografías y un video de tres minutos sobre el paseo de su excelencia, una visita que hasta ahora ha estado vedada a los familiares, motivo que provocó la correspondiente escandalera, saldada con una autorización exprés para que, finalmente, se les permita entrar en esas instalaciones donde se llevan a cabo los improbables y eternos trabajos de identificación de los restos de sus allegados.
La vía dominicana hacia el rescate de Air Europa y los avales a la consultora de Barrabés, el financiador de su máster, son los turbios episodios que persiguen a la esposa del presidente
En suma, una descomunal chapuza que evidencia el nivel de desesperación que circula estos días por los meandros de La Moncloa, donde no aciertan con el antídoto contra el ‘mal de Begoña‘, ese talón de Aquiles del sanchismo que crece según avanzan las investigaciones de la UCO y de algunos medios independientes. La vía dominicana hacia el rescate de Air Europa y los avales a la consultora de Barrabés, el financiador de su máster, son los turbios episodios que persiguen a la esposa del presidente y que alimentan esta zozobra en el equipo presidencial, incapaz de controlar las réplicas de un terremoto que amenaza con arrasarlo todo.
En Ferraz cunde el pánico. Acaba de arrancar la carrera de las tres citas electorales que definirán el futuro de la legislatura y de Moncloa apenas llegan mensajes adecuados o consejos certeros. Ni siquiera logra armar un argumentario razonable para que lo reciten las cacatúas de la pluma y el plató. Todo cuanto promueve el Gobierno en las últimas semanas desemboca en un desastre. Ni siquiera es capaz de controlar una de sus patas fundamentales, como es el aparato de propaganda, fundamental para su supervivencia. El quilombo de RTVE, adornado con el vodevil de Broncano, es paradigmático de ese estado de cosas.
El rosario de desastres se antoja inextinguible desde hace ya unas semanas. La derrota apabullante en Galicia, mal disimulada con encogimiento de hombros por parte del gran narciso; el estallido del caso Koldo/Ábalos, con sus ramificaciones, todavía descontroladas, en las terminales socialistas; el adelanto de elecciones en Cataluña, una jugarreta del petit Aragonès que pilló a contramano a los vigías de Illa y arrasó con la posibilidad de aprobar unos Presupuestos nacionales que ya se habían vendido urbi et orbi como prueba fehaciente de la estabilidad de la legislatura, y, finalmente, lo más grave, la sombra de la corrupción en casa, el escándalo Begoña que cada día que pasa se torna más indomable.
El histrionismo desquiciado de la vice-dos Emejota Montero, en pleno arranque de la dolorosa campaña de la Renta, tampoco ayuda a estabilizar la situación del partido, donde miles de cuadros han de sumergirse ahora en la brega de las diferentes campañas
Se buscan culpables, se señalan deficiencias, se subrayan errores, se apuntan traiciones. Una sensación general de desconfianza se ha instalado en las filas sanchistas, donde se hacen cábalas sobre la evolución de un escenario que amenaza ruina. Félix Bolaños, el poderoso triministro y jefe máximo del aparato monclovita, acapara dudas y reticencias. De intocable a culpable. Comparte cartel estelar con Santos Cerdán, el descubridor de Koldo, a quien tachan ya como el palurdo hipertrofiado a quien impusieron unos galones que le quedan grandes La designación de Óscar Puente como el ministro ariete contra los medios se califica también de enorme error, un boomerang que salpica a toda la organización. Óscar López y Antonio Hernando, los encargados de la fontanería de Moncloa, reciben su correspondiente ración de collejas. Les llaman ‘los koalas’ por su escasa tendencia a la laboriosidad y la lentitud de sus respuestas. El histrionismo desquiciado de la vice-dos Emejota Montero, en pleno arranque de la dolorosa campaña de la Renta, tampoco ayuda a estabilizar la situación del partido, donde miles de cuadros han de sumergirse ahora en la brega de las diferentes campañas con el fardo de la corrupción sobre sus siglas. No hay referentes a los que aferrarse, ni instrucciones que orienten en el general descontrol, ni medidas para diseñar un camino certero. Todo es confusión con enormes dosis de angustia.
Una conjura interna e invisible
Desprovisto de activos, carente de proyectos, huérfano de logros, la maquinaria de ideas de bolañismo se aferra a dos despropósitos: Gaza y el franquismo. No tiene más, ya ni siquiera los hados le ríen las gracias. Los datos del empleo no cuelan por falsos, lo sabe todo el mundo, fijos discontinuos y demás trolas, y las cifras del PIB resisten merced a un turismo que ejerce de puntal único del desarrollo. No conviene olvidar ese 26% de la población en avanzado riesgo de pobreza, lo que describe una realidad casi sudamericana que no muchos quieren ver.
En los despachos de los altos cuadros socialistas se ha instalado una especie de síndrome enloquecido y conspiranoico que raya con la locura. Se buscan culpables de traición, se detectan maniobras sospechosas, se advierten tentativas de boicot, se susurran complicidades en una conjura invisible contra el devenir triunfante del gran caudillo del progreso. «Tenemos el enemigo dentro. Alguien filtra los datos, alguien avanza nuestras decisiones, alguien espía contra el jefe», chamullan por lo bajo. A lo mejor no es eso. Quizás sea la maldición del Valle de los Caídos.