Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 22/12/11
No fuimos muchos los que durante la pasada campaña electoral utilizamos el argumento de la necesidad de la mayoría absoluta como factor estructural para la salida de la recesión. Como es natural, todos los partidos solicitan el voto para obtener una representación lo más amplia posible y en el caso del previsible ganador es obvio que el objetivo de la superación de la mitad de los escaños constituye el resultado ideal. Sin embargo, el PP se mostró a lo largo de las semanas precedentes a la cita con las urnas considerablemente comedido al respecto, se supone que deseoso de no despertar en el adversario reproches por comportamiento prepotente y en los votantes el temor a un poder sin límites. Con una visión distinta, yo y otros pocos insistimos en que en esta ocasión un Gobierno que pudiera actuar sin cortapisas y sin necesidad de apoyos externos en las dos Cámaras era un elemento clave a la luz de la dramática situación por la que atraviesa España y en que esta perspectiva debía ser sometida a la consideración de la ciudadanía para llevar a su ánimo la conveniencia de dar al que ya se perfilaba claramente como vencedor un margen de maniobra cuanto más holgado mejor. La verdad es que por ahora los acontecimientos nos otorgan la razón porque desde que se ha conocido la composición del Congreso y del Senado para la legislatura que se inicia y el inminente jefe del Ejecutivo ha comenzado a desgranar con la serenidad y la firmeza que proporciona un respaldo tan reconfortante las medidas de ajuste y de reforma que el país demanda, la prima de riesgo ha aflojado el dogal con el que nos ahogaba, la Bolsa se ha animado ligera pero perceptiblemente y el clima general se ha visto impregnado de una cauta esperanza. La crisis que padecemos es en el terreno económico básicamente una crisis de confianza y lo que estamos viendo en estos días previos a la toma de posesión de los ministros de Rajoy es la aparición de unos tímidos brotes de esta disposición del ánimo colectivo, imprescindible para que la inversión privada vuelva a aparecer, los empresarios recuperen el tono y la sociedad en su conjunto se disponga a hacer los sacrificios y esfuerzos requeridos. Si el nuevo Gobierno quiere que esta confianza se ensanche y consolide no ha de vacilar a la hora de tomar decisiones e impulsar medidas valiéndose precisamente de la capacidad que le han atribuido los casi once millones de papeletas a su favor. La preocupación de los que a partir de ahora empuñarán el timón del Estado no ha de estar en la reacción de los restantes partidos ni ha de ser una prioridad conseguir su apoyo. La mirada de La Moncloa ha de fijarse en la calle, en la gente, y la comunicación y la sintonía se han de establecer directamente con ellos. La gravedad de los problemas que nos aquejan exige que la política no se entienda en esta etapa de prueba y dificultad como el regateo y la componenda entre grupos parlamentarios, sino como el ejercicio firme y legítimo de una autoridad emanada de la voluntad popular. Ese y no otro es hoy el camino del éxito.
Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 22/12/11