EL MUNDO 21/09/14
· El ex primer ministro impulsa la transferencia de poderes ante las primeras fisuras unionistas
Gordon Brown se ganó a pulso el papel de salvador de la unión y ahora aspira a convertirse en el guardián de la promesa de Escocia. El ex primer ministro laborista volvió ayer a la palestra en un multitudinario acto post referéndum en el concejo de Fife para clavar las espuelas a los tres grandes partidos y evitar un bloqueo en la transferencia de nuevos poderes a Edimburgo. «Los ojos del mundo estarán sobre los líderes de los tres partidos en Reino Unido», advirtió
Brown, ante las primeras y notorias fisuras en el frente unionista. «Estos hombres han hecho una promesa y no pueden romperla».
Brown anunció la presentación de una resolución conjunta sobre Escocia mañana en la Cámara de los Comunes, suscrita por los partidos Conservador, Laborista y Liberal-Demócrata en cumplimiento del «compromiso» firmado en la recta final de la campaña por el no a la independencia.
El ex premier laborista puso sobre la mesa un ambicioso calendario de urgencia, precedido el 16 de octubre por un debate sobre «la necesidad de un cambio constitucional». Gordon Brown vaticinó que las líneas maestras para la transferencia de poderes fiscales y presupuestarios estarán listas a final de octubre, con un preacuerdo en noviembre y borrador de la nueva legislación en enero.
Los analistas advirtieron sin embargo de que el plan Brown no es realista, y el líder del Partido Laborista, Ed Miliband, defendió por su parte un plan más escalonado en ocho meses, con la vista puesta en las elecciones parlamentarias de mayo de 2015. Los laboristas arrancan hoy su conferencia anual en Manchester, entre crecientes críticas a Miliband por su tibio papel en el referéndum y la sacudida que ha causado Gordon Brown con su repentina resurrección en tierras escocesas.
Miliband sospecha que la devolution revolution (revolución de la devolución) prometida por David Cameron podría tener trampa. El líder laborista propondrá esta semana la creación de una «comisión constitucional» que vaya más allá de la cuestión de Escocia y ahonde en la transferencia de poderes a Gales, Irlanda del Norte y las regiones y ciudades de Inglaterra.
Los conservadores, mientras, siguen enzarzados también en su guerra interna y amenazan con boicotear la transferencia de competencias a Escocia anunciada –aunque no concretada por Cameron– horas después de la victoria del no a la independencia. Pese a las expectativas creadas, Cameron se enfrenta a un motín de los tories ingleses que se sienten marginados del debate y se oponen a que se otorgue un trato preferencial para Escocia.
El referéndum escocés ha despertado efectivamente la bestia adormecida del nacionalismo inglés. La revuelta interna de los conservadores la encabeza el ex ministro de Educación Michael Gove, eterno rival de Cameron por el liderazgo del Partido Conservador, acariciando su redención política tres meses después de su expulsión del Gabinete.
Gove aspira a convertirse en defensor de los derechos de Inglaterra, que ni siquiera cuenta con un Parlamento autónomo propio, como Escocia, Gales o Irlanda del Norte. Los conservadores aspiran a impulsar una reforma para dar más poder a los diputados ingleses (English Only) en las leyes que afecten exclusivamente a su territorio, que ocupa dos terceras partes del Reino Unido y cuenta con 52 millones de habitantes.
Los liberal-demócratas del viceprimer ministro Nick Clegg, que en los próximos días se verán también las caras en su cónclave anual en Glasgow, reclaman por su parte que se avance hacia un modelo federal. Clegg lleva tiempo reclamando la desaparición de la anacrónica Cámara de los Lores y su sustitución por un Senado democrático y con una representación territorial.
Una distancia hasta ahora insalvable separaba las visiones de los tres grandes partidos sobre nuevo modelo de Estado del Reino Unido. La alarma desatada por el ascenso independentista en el referéndum de Escocia forzó in extremis el pacto unionista de la última semana, que cada cual ha interpretado a su manera. Brown, con su libro Mi Escocia, nuestra Gran Bretaña por bandera, esbozó ayer las líneas maestras de las transferencias. «El Parlamento escocés será capaz de fijar su política fiscal y fijar los tipos para las rentas más altas», dijo Brown. «Con los nuevos poderes, un impuesto como el bedroom tax–que grava las habitaciones vacías en las viviendas sociales– no se podría imponer directamente en Escocia, que tendría autonomía para sus políticas sociales».
El Parlamento escocés velaría por la sanidad pública en su territorio y podría frenar cualquier intento de privatizar servicios públicos, como ha ocurrido con el Royal Mail o como sucedió en su día con el ferrocarril. «El nuevo Acta de Escocia otorgaría más poderes en educación, transporte e infraestructuras», anticipó Brown. «Como decía mi padre, todo tiene su momento en la vida», recalcó Brown, natural de Glasgow, en ese tono emocional que ha permitido conectar con los votantes como nunca antes. «El momento de lucha quedó atrás y ahora toca trabajar unidos por una nueva Escocia».
«No voy a permitir que las promesas que se hicieron durante la campaña se rompan», concluyó el ex premier laborista. «Desde aquí pido a los escoceses que sean vigilantes y usen un invento escocés, el teléfono, para presionar a los políticos de Londres en el proceso de devolución».
La economía, cuestión clave Senadores en vez de lores
El miedo al riesgo económico fue la principal razón por la que Escocia rechazó la independencia en el referéndum del pasado jueves, según el análisis del escrutinio realizado por Michael Ashcroft y basado en un sondeo entre 2.047 votantes. Interrogados sobre la principal razón por la cual habían votado ‘no’ en la consulta, los electores citaron «riesgos demasiado importantes en relación a la moneda, la pertenencia a la Unión Europea, la economía, el empleo y los precios. Solamente el 27% puso de relieve los «fuertes lazos» que unen a Escocia con el Reino Unido, según Afp. Confrontados a la misma pregunta, los votantes que apostaron por el ‘sí’ insistieron (en un 70%) sobre su deseo de ver a Escocia tomar sus propias decisiones. El 20% de entre ellos estimaba que Escocia sería más próspera fuera de la Unión. Otra pregunta del sondeo confirma la primacía de la cuestión económica en el referéndum. Para los votantes del ‘no’, los tres temas más importantes fueron la libra (57%), las pensiones (37%) y el sistema de sanidad pública NHS (36%). El estudio de Michael Ashcroft muestra además que el tramo de edad de más de 65 años se decantó masivamente por el ‘no’ (73%). El tramo de entre 16-17 años se decantó en cambio mayoritariamente por el ‘sí’ (71%).
> Libro. La promesa de los tres principales partidos políticos británicos para contrarrestar el peligro de independencia de Escocia está influenciada por el plan Brown, detallado en su libro ‘My Scotland, Our Britain’ (Mi Escocia, Nuestra Gran Bretaña).
> Cámara de los lores. El ex primer ministro propone en él que la Cámara de los Lores se transforme en un Senado elegido por los votantes, con un mandato de dure dos años para representar mejor a sus cuatro nacionalidades.
> Poderes. Brown aboga también por otorgar más poderes en materia de recaudación de impuestos, gasto público, estado del bienestar y capacidad legislativa del Parlamento de Edimburgo sobre cuestiones de delincuencia, vivienda, defensa o transporte.