Editorial-El Español

Como es costumbre en él, las dilatadas intervenciones de Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso de los Diputados no han aportado más datos de los que ya se conocían antes del inicio del Pleno.

La comparecencia estaba pensada para que el presidente informase a la Cámara sobre su plan de Defensa y los compromisos adquiridos por España con sus socios europeos en el rediseño de la seguridad colectiva.

Pero Sánchez se ha limitado a compilar desde la tribuna de oradores la posición del Gobierno sobre el rearme europeo.

Ha repetido que España cumplirá con el aumento del gasto en Defensa hasta el 2% del PIB, sin aclarar cómo y cuándo piensa hacerlo.

Ha insistido en que su Gobierno peleará en Bruselas para lograr que el rearme europeo se financie con transferencias mancomunadas. Soslayando que Ursula von der Leyen ya ha descartado esa vía.

Ha asegurado nuevamente que el incremento del presupuesto en Defensa «no se hará en detrimento del Estado del bienestar», intentando disuadir a Sumar de su oposición a la «carrera armamentística». Pese a lo cual su socio de coalición se ha reafirmado en sus críticas a la OTAN y al incremento del gasto militar.

Y ha vuelto a exponer el concepto híbrido de seguridad con el que se afana en hacer pedagogía el Gobierno. Que tiene el propósito inconfesado de ampliar la definición de gasto en Defensa para incluir otras partidas como la ciberseguridad, la protección de las fronteras, la lucha antiterrorista o la respuesta de protección civil a la crisis climática.

Y ello obviando también que Bruselas se ha opuesto a esta ingeniería contable para que aumente el cómputo en Defensa sin gastar más. De hecho, como informa hoy EL ESPAÑOL, el Gobierno persiste en su propósito de cubrir el gasto al que le han exhortado la UE y la OTAN con partidas no ejecutadas de otros ministerios.

Es definitiva, Sánchez se ha dedicado una vez más a marear la perdiz, sabedor de que su carestía parlamentaria le deja como única opción los juegos retóricos, para conciliar el compromiso en Bruselas con la causa europea y los guiños en Madrid al antibelicismo de los socios de los que depende.

Pero Sánchez no puede instrumentalizar la trascendental cuestión de la seguridad colectiva como una herramienta de política interna. Que es lo que le ha llevado a exportar el bloqueo doméstico a la UE, viéndose obligado a abogar por un eufemismo de «rearme» que desmarcó a España del consenso comunitario en el último Consejo Europeo.

Las iniciativas para perfilar la nueva arquitectura de seguridad continental, o las directrices de protección civil de la Comisión con su «kit de supervivencia», dan prueba de la resolución mostrada por la gobernanza europea para prepararse frente al nuevo escenario geopolítico.

Una actitud que contrasta con la aparente banalidad con la que trata Sánchez a esta materia. Pero si el presidente del Gobierno no da credibilidad a la amenaza que representa el expansionismo ruso, ¿cómo van a tomársela en serio los ciudadanos?