EL MUNDO 04/10/13
VICTORIA PREGO
Ha entrado con buen pie Susana Díaz en los círculos políticos de Madrid. De entrada, ha sido la única dirigente socialista en activo que se ha atrevido a señalar la responsabilidad, aún no calibrada suficientemente dentro de su partido, de José Luis Rodríguez Zapatero en el desastre que hoy tenemos planteado en Cataluña. Ya era hora de que en las filas del PSOE alguien hiciera honor a la verdad y dijera abiertamente que «no fue un acierto» decir que aceptaría cualquier texto del Estatuto que viniera del Parlamento catalán. Ese disparate de consecuencias catastróficas para todos fue luego incendiado, con la complacencia del líder, por un Pasqual Maragall que se empeñó en hacer un nuevo Estatuto con ínfulas de constitución.
Y hay que recordar que por aquel entonces CiU no quería un nuevo Estatuto. No lo quería. Pero, con la irresponsabilidad que ha caracterizado a los líderes catalanes, decidió ponerse al frente de aquella manifestación y quitarle la bandera al PSC. Cosa que hizo pronto.
Tiene también razón Susana Díaz al hablar del disparate de que el Constitucional fallara cuando los catalanes ya habían refrendado ese Estatuto. Pero, en ese caso, la responsabilidad cae también del lado de su propio partido, porque fue Felipe González quien derogó el recurso previo de inconstitucionalidad, que habría evitado que las cosas sucedieran de la manera irracional en que ocurrieron.
Pero es que del monumental retraso en que el Constitucional emitiera su sentencia también es responsable José Luis Rodríguez Zapatero. Y de haber enmendado ese Estatuto en el Congreso sin el acuerdo del PP, el principal partido de la oposición y el único que podía gobernar España después del PSOE, como así fue.
De manera que, aparte del error de Rajoy en buscar las firmas por toda España en contra de un Estatuto que era a todas luces inaceptable para la España constitucional, el grueso de la responsabilidad de lo sucedido recae, aparte de en los políticos catalanes, en las filas de su propio partido.
Por fin oímos a un dirigente del PSOE en activo decir que hay que «desmontar la trampa del derecho a decidir» y poner de manifiesto una oposición clara y necesaria a ese enjuague en el que se ha metido el PSC, que va a acabar con su ya menguada clientela electoral y, de paso, va a dejar al PSOE huérfano de un granero de votos, los catalanes, sin los cuales nunca podrá ganar las elecciones generales.
Si además Susana Díaz cumple su palabra, que ya se verá, de depurar responsabilidades en el fraude de las facturas falsas de UGT, es posible que tengamos, por fin, un líder fiable en este socialismo de la tercera generación.