Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 11/2/12
Otra gran idea con castigo: al mismo tiempo que el Gobierno aprobaba su tesoro más querido, su talismán, su bálsamo de Fierabrás y su purga de Benito (la reforma laboral), los mercados se hacían los sordos y la prima de riesgo del Reino de España se ponía a subir. Ruego que me disculpen la frivolidad del análisis, pero miren: si hubiera ocurrido al revés y la prima de riesgo se hubiera bajado, el Gobierno se habría puesto estupendo, como decía el personaje de Valle-Inclán. De momento, toca cautela, como resulta lógico y natural. Sobre la reforma en sí, solo puedo escribir este prólogo: quizá sean exagerados los términos de glorificación usados ayer por doña Soraya y doña Fátima, que llegaron a calificarla como «histórica», pero la intención es buena. Solo con que se plantee en serio «parar la sangría del desempleo» merece el premio del elogio.
En su conjunto, la norma tiene un buen sonido. Los puntos más dudosos parecen los siguientes:
Si se abarata el despido, no se facilita necesariamente la contratación. Un despido más barato solo facilita el despido. La tentación más inmediata será hacer ajustes de plantilla: ahora no serán tan caros.
Hay una excesiva confianza en crear empleo a base de subvenciones, exenciones y ayudas fiscales. Espero que hayan calculado si habrá dinero para pagarlas con los límites de déficit público que el Gobierno se ha propuesto.
Los puestos de trabajo no se crean solo con perdón de impuestos y cotizaciones. Se crean cuando las empresas tienen actividad, perspectiva de beneficio y confianza de futuro.
Esta reforma está condicionada por la dureza que nos exigen los mercados exteriores, pero también por la delicadeza que requiere evitar el conflicto social. Es dudoso que se puedan conseguir ambos objetivos: nadie satisface a todo el mundo al mismo tiempo.
La aspiración de sacar gente de la economía sumergida es digna de alabanza. Falta un pequeño detalle: saber si se consigue por estímulos fiscales o es más eficaz la policía.
Se abre demasiado la puerta a contratos que no tardarán en ser calificados como «basura», porque tardaremos en entrar en la nueva cultura laboral que se trata de imponer.
Y, finalmente, es probable que se consiga reducir la estadística de paro, pero los nuevos salarios limitados y de tiempo parcial no crearán grupos de población de gran capacidad adquisitiva, que es lo que mueve la economía.
Al mismo tiempo que expongo estos reparos, también digo dos cosas. Una, que el Gobierno lo intenta con los instrumentos que tiene en su mano. Merece y merecemos todos que salga bien, aunque tardemos algún tiempo en notarlo. La segunda, que es muy fácil la crítica, pero que levante la mano quien tenga un proyecto mejor.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 11/2/12