ABC 20/02/15
HERMANN TERTSCH
· Es de esperar que Merkel y Hollande no insistan en hacer más el ridículo
EL miércoles pasado se produjo un hecho sin precedentes. La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, fueron públicamente humillados y ridiculizados. Alemania, Francia y toda la Europa democrática fueron humillados y engañados por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que mandó además a su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, a reírse de todos al declarar que debían haberse equivocado quienes creían que el alto el fuego les impedía a ellos continuar su conquista principal, que se acababa de producir. Porque el Ejército ruso, con mercenarios rusos y separatistas locales, masivamente concentrados en territorio ucraniano en torno a la ciudad de Debalzeve, dieron el miércoles su brutal golpe de gracia a este nudo de ferrocarril de gran importancia estratégica. Con su masiva superioridad, traída de allende la frontera, machacaron a una inmensa bolsa de soldados ucranianos. Se habla de miles de muertos. Kiev no parece atreverse aún a dar cifras a la conmocionada sociedad ucraniana. Esta conquista no es atribuible a separatistas indisciplinados. La toma de Debalzeve fue organizada, realizada y dirigida por fuerzas especiales rusas. A las órdenes de Vladimir Putin. Y el asalto final se produjo tres días después de comenzar ese alto el fuego del que Merkel y Hollande fueron valedores en Minsk.
Habían ido a la capital bielorrusa con urgencia para evitar una escalada. Temían que así reaccionaría Rusia si el Congreso republicano cumplía su intención de enviar armas a los ucranianos. En Washington se impone el criterio de que es inmoral impedir a un pueblo que luche por su patria invadida. Es repetir la inmoral hazaña de dejar a los polacos inermes en 1939 frente a nazis y soviéticos. Europa no quiere suministrar armas porque sabe que Putin, en una escalada, es del todo imprevisible. Le tienen miedo. Ya ha amenazado con llevar sus tanques no a Kiev, sino a Varsovia. Los esfuerzos europeos, dirigidos por Merkel, de disuadir y combatir al agresor con medios pacíficos, económicos y graduales han fracasado estrepitosamente. Es de esperar que Merkel y Hollande no insistan en hacer más el ridículo. Ellos se comprometieron ante el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, como valedores del alto el fuego. Y en el mismo Debalveze ha sido destruido y conquistado por Putin con ingente cantidad de muertos. Ante esta dramática situación, Europa debe afrontar la crisis de nuevo en estrecha alianza con EE.UU. Y reconocer el hecho de que no hay guerra abierta, pero sí hay una guerra fría. Toca constatar que el enemigo ha ganado esta partida y tomar medidas para no ser sorprendidos en la siguiente. Y, como propone en la FAZ Klaus Dieter Frankenberger, es hora de plantearse la fortificación de la Ucrania libre. Si hace falta, con un muro.