El dato de ayer referido al buen comportamiento de las exportaciones, rayano en lo excelente si consideramos la coyuntura en la que se ha obtenido, es uno de esos que requieren reposo y cierto distanciamiento temporal para exprimir las razones y sus consecuencias. Así, visto de primeras, no parece muy lógico que las ventas al exterior españolas hayan crecido un extraordinario 21,2% justo cuando la competitividad del país se ha retraído. Ya hemos comentado que con la misma fuerza laboral -se ha recuperado el nivel de la prepandemia- se ha obtenido un PIB que se sitúa un 6% por debajo. ¿Por qué vendemos más si somos menos competitivos? Pues pienso que se debe a varios factores. En primer lugar, a que el empeoramiento de la competitividad global del país no es incompatible, ni impide, el que empresas individuales hayan mejorado la suya y hayan tenido éxito en sus exportaciones. De hecho, la recuperación del empleo se ha debido en gran medida al aumento del empleo público, ya que el privado no ha sido capaz (o no ha necesitado, que todo puede ser) de recuperar su nivel anterior.
Sin duda alguna, también habrá influido el efecto ‘acaparamiento’. Las distorsiones del tráfico de mercancías por tierra, sobre todo por mar y también por avión, causadas por las restricciones impuestas por la pandemia; y la previsión, es decir los temores, a unas subidas de precios próximas en el tiempo, habrán influido en el ánimo de los compradores y les habrán empujado a adelantar sus compras y acaparar materias primas y productos semielaborados, necesarios para sus procesos productivos.
Si esto es así, lo veremos este año, cuando los compradores normalicen -es decir reduzcan- sus compras para racionalizar sus stocks. Y espero también que la recuperación de la actividad económica en el mundo, que ha sido más viva que en España, haya ayudado en 2021 y nos vuelva a ayudar en 2022. Lo digo porque es evidente que necesitamos demanda y nada mejor que la exterior nos ayude a completar la interior. Lo malo es que las importaciones crecieron aún más, por culpa de la exagerada subida de los precios de los productos energéticos, de los que carecemos y no nos queda otro remedio que comprarlos fuera. En total, unas cinco veces más que en el año anterior. Menos mal que no pagamos más por la electricidad, como asegura Pedro Sanchez, que si no… El empeoramiento que supone de la balanza comercial era esperable y podremos soportarlo, salvo que se cronifique.
Y lo mejor de todo es que los precios de los productos exportados han subido también mucho, lo que demuestra la capacidad de nuestras empresas de trasladar a los precios las presiones que reciben en sus costes. Crecer, subiendo precios, es el desideratum de todo vendedor.