JAVIER ZARZALEJOS-EL CORREO
- Que la centralidad ofrezca mayor atractivo frente a la centrifugación radical hacia los extremos de derecha e izquierda es la mejor noticia para las democracias
Eso de las ‘buenas sensaciones’ es un préstamo del argot deportivo que puede servir para dar cuenta de algunas buenas noticias políticas que vienen de otras zonas de la Unión Europea. Y como las buenas sensaciones no abundan en este otoño turbulento, no está mal resaltarlas.
Una positiva sorpresa parece acompañar a Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, líder de Fratelli d’Italia que gobierna en coalición con Forza Italia, el partido de Berlusconi. Muchos podrán recordar aquella imagen de una Meloni desgañitada en la campaña autonómica andaluza, en aquel mitin de apoyo a Vox y a su candidata entonces, Macarena Olona. Y los mismos podrán comprobar que, hasta el momento, Meloni no ha hecho honor a la expectativa de que una extremista de derecha lo iba a demostrar ni más ni menos que en el Gobierno de una potencia europea como Italia.
Lo que se está revelando es una jefa de Gobierno que se ha esforzado en que no haya sombra de duda en su rechazo a Rusia, en su lealtad con los aliados de la OTAN, en su compromiso europeísta desde una posición de tibio euroescepticismo, parece que muy llevadero. Está progresando adecuadamente en política exterior. Aprovecha las dificultades del eje franco-alemán para reparar la relación entre Roma y París con aspiraciones de futuro. Y, naturalmente, aprovecha también el estropicio causado en nuestra relación con Argelia por el alineamiento socialista con Mohamed VI sobre el Sáhara para ocupar espacios abandonados por España en un suministrador energético clave.
Ni una voz disonante en la OTAN en su apoyo a Ucrania a pesar de que la figura de Putin, para una parte de la extrema derecha europea, resultaba una combinación viril y cristiana muy atractiva. Dicen que Mario Draghi se ha convertido en el mentor de Meloni y que la ha aleccionado sobre las realidades del poder y los secretos del Gobierno en clases que ella ha seguido con atención y parece que con provecho. Ya hay medios autocalificados de progresistas que dedican sorprendidos análisis a la transformación de Meloni, que ha demostrado ser más cauta de lo que se preveía en las cuestiones ideológicas y sociales sobre las que edificó buena parte de su discurso más radical.
Esta evolución tiene consecuencias significativas. Meloni era el referente que querían explotar partidos afines como Vox para normalizar su presencia e ir forjando una internacional euroescéptica con mayores ambiciones. Lo cierto es que Vox no saca a pasear a Meloni como ejemplo y que la moderación de la jefa del Gobierno italiano deja en entredicho la retórica con frecuencia tan desbordada de esta derecha identitaria y la viabilidad práctica de sus propuestas extremas.
La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania parece haber abierto brechas irreparables en la precaria unidad de la derecha alternativa y populista europea. Polonia y Hungría están radicalmente enfrentados. Le Pen ya se sabe que no se presentará a las próximas elecciones presidenciales y si su partido quiere llegar por fin al Elíseo tendrá que moderarse y evolucionar hacia posiciones practicables.
En Chequia acaban de elegir presidente a Petr Pavel, ex jefe del Estado Mayor y ex número dos de la cadena militar de la OTAN. Un exmilitar atlantista, proeuropeo, partidario de la entrada de su país en el euro, que ha derrotado al millonario populista Andrej Babis, propietario de una gran cuota de medios de comunicación, simpatizante prorruso y abiertamente euroescéptico; el conocido tipo de ‘outsider’, con su prédica deslegitimadora de partidos y sistema político en general que, para mayor sorpresa, pasaba por alinearse con los liberales europeos. La victoria de Pavel es más valiosa porque en Chequia Rusia viene concentrando un gran esfuerzo de desinformación y creación de narrativas antidemocráticas que intentan explotar la nostalgia del comunismo en sectores de la sociedad checa más sensibles al impacto de la crisis.
Si miramos en más detalle la situación en otros partidos que se sitúan en estos espacios, las tensiones son también reales. Lo son en la Alianza para Alemania, en los nacionalistas flamencos, en la Lega de Matteo Salvini. El populismo de extrema derecha, en unos casos por imperativo de la realidad, en otros por debates ideológicos y estratégicos no resueltos, parece estar retrocediendo. Al menos hay signos que apuntan en ese sentido. Que la centralidad muestre mayor fuerza atractiva es la mejor noticia que pueden recibir nuestros sistemas democráticos frente a la centrifugación radical hacia los extremos de derecha y de izquierda.