Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

La economía española crece y crece mucho. Además crea empleo y lo crea en abundancia. Las previsiones crecen y las expectativas mejoran. No solo lo dice el Gobierno, también lo dice el FMI. La economía crece porque lo hace el consumo, motivado por el aumento del empleo provocado a su vez por la masiva e imparable llegada de turistas. Estos tienen muchos detractores, incluso en aquellas zonas y entre aquellas personas que se benefician del movimiento. Su explosivo crecimiento causa problemas en los barrios ya atestados de las ciudades más atractivas.

Es un buen dilema. Nos gustaría que el turismo estuviese mejor repartido a lo largo de los meses del año y nos encantaría atraer a personas con mayor nivel de vida y mejor poder adquisitivo, dispuestos a gastarse más dinero en las tiendas y a vociferar menos en nuestros bares y restaurantes. Que vistiesen chaquetas elegantes y discretas en lugar de camisetas de tirantes con eslóganes absurdos y que comiesen platos de diseño en restaurantes estrellados por Michelin, en lugar de aceitosos bocatas de calamares en barras grasientas. Que acudiesen más a nuestros teatros y magníficos espectáculos y menos a los bastos lanzamientos de tomates y de vino. Pero eso hay que trabajarlo con cuidado. Tenemos lo que tenemos y hay que preparar a la gallina sin llegar a molestarla tanto que se olvide de poner sus huevos de oro.

Con el empleo pasa algo parecido. El generado por el sector servicios no es de gran calidad y tiene poca estabilidad como lo demuestra el sorprendente hecho de que las horas trabajadas no aumenten al ritmo que lo hacen las afiliaciones. Pero es empleo y proporciona consumo que impulsa el crecimiento.

Busquemos la mejora de su calidad, además del aumento de su cantidad, pero hay que hacerlo con cuidado, sin recurrir a posturas extremas y a decisiones sesgadas y contando siempre con el acuerdo previo de los empresarios, sobre quien recae esa gran responsabilidad.

En resumen, el Gobierno puede sacar pecho, pero antes debería reflexionar sobre el hecho, igual de evidente, de que ninguno de los avances logrados es gracias a sus medidas. ¿Conoce alguna que fomente la inversión interna y atraiga a la externa, que incentive la reinversión de beneficios, que acelere y facilite la llegada de fondos europeos, que simplifique el entramado administrativo, que desregule mercados, que cree un clima amable con los agentes sociales, que pacifique nuestra alborotada vida política o que garantice la seguridad jurídica? Mire que busco… ¡y no encuentro!