Santiago González-El Mundo
Las señales de alarma empezaron a ser sonoras cuando la portavoz socialista, Margarita, está linda la mar, dijo en su intervención del viernes: «Queremos seguir también el modelo de 2004, el modelo de José Luis Rodríguez Zapatero. Si por lo económico, casi tres millones y medio de parados más; si por lo político, la vergüenza de su apoyo a Nicolás Maduro.
Uno recuerda el momento en que se rebeló contra Zapatero. Fue cuando dijo en 2005: «Las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras». Allí estaba lo esencial: el relativismo y la falta de respeto a la verdad, lo que ahora se llama posverdad, pero que Harry G. Frankfurt llamó bullshit aquel mismo año, término que me atreví a traducir por una locución muy sinónima en castellano: caca de la vaca; Orwell ya lo había intuido en Sobre el nacionalismo.
Dicen los papeles que Margarita Robles, ¡madre mía! y Carmen Calvo ¡virgensanta! serán dos pesas pesadas del gabinete Sánchez y que el nuevo Gobierno tendrá un perfil político, que es lo que decimos los periodistas cuando los ministros carecen de saberes y competencias específicos. Ábalos es muy político, como Adriana Lastra, no digo más.
Sánchez debería hacer ministro a José Ricardo de Prada, artífice de la moción de censura con unos párrafos (el PP es culpable) que eran puro bullshit: o no venían a cuento o pertenecían a otra pieza judicial, pero proveyeron de artillería a todos los votantes de la moción e incluso a Ciudadanos, el único que la rechazó. Este dato, por cierto, debería haber tenido algún reconocimiento por el gobernante censurado.
Ese magreo del lenguaje es el fuerte de Carmen Calvo, la ministra que más bullshit tiene en su hemeroteca. Al debutar en 2004, anunció una exposición sobre el Quijote en la que iba a nombrar a Francisco Rico «coordinador, que no comisario, porque esa palabra no se compadece con el mundo de la cultura». Ay, mi madre, padrecito Corominas, committere, commissus.
Estuvo fantástica en Palma: «A mí, que he sido cocinera antes que fraila, me gusta ser muy tomista y meter el dedo en la llaga». Se saltó trece siglos y tres cuartos del Mediterráneo para confundir a un pescador de Galilea, Tomás, incrédulo en su Pentecostés, con el teólogo y filósofo De Aquino, padre del tomismo. Un entrevistador aludió elípticamente a lo que el procurador franquista Muñoz Alonso dijo a Solís, la sonrisa del régimen, sobre la utilidad del latín: «El latín sirve para que a los naturales de Cabra, como su señoría, los llamemos egabrenses». «¿Qué nombre reciben los naturales de Cabra?» y ella respondió: «Los de Cabra tenemos una tecnología (sic) para responder a esa pregunta». Ella es la gran teórica del principio legitimador del gasto en que se ahogó ZP y en el que va a incurrir Sánchez: «Estamos hablando de dinero público y el dinero público no es de nadie». No hay más preguntas, señoría.
En el discurso del nuevo todo es caca de la vaca, desde su descalificación y oposición radical a los Presupuestos a hacerlos suyos para pagar los votos del PNV. Del «no pactaré con los independentistas» a pactar con todos ellos. Del gato de Schrödinger del PP, partido culpable y partido no corrupto. No incumplirá su programa, porque no existe. El diputado Fernando Navarro decía que «no tiene un programa de Gobierno, sino una agenda oculta». Con todo, no le pasará factura; el público ha hecho el oído al bullshit y lo acepta de buen grado.
Si el PP quiere sobrevivir debería empezar a hacerse respetar. Un suponer, los Presupuestos: dejar a Sánchez con el único voto de sus beneficiarios vascos en el Senado. Y que vuelvan al Congreso y sean derrotados por 21 de sus 22 socios.
Así lo ha sugerido Andrea Levy, la Capucine del PP. No está en la naturaleza de don Mariano, ya lo sé, pero sería necesario aunque los mismos que han aceptado sin pestañear la caca de la vaca presidencial le afearan el comportamiento; se ve una asimetría y una inferioridad de la que la derecha española no podrá recuperarse: les han negado el lenguaje. Podría sofisticar un poco la estrategia y advertirle a Sánchez: Te salvaré mis Presupuestos si –y solo si– presentas al Senado un nuevo 155 para hacer frente a las intenciones republicanas de Torra tras su toma de posesión. Escoge.
Se avecinan malos tiempos y es hora de aprestarse a la lucha por las palabras. Lo malo del PP es que le han condenado a un papel ingrato, el de cornudo apaleado y contento. Cuando vayamos entrando en materia comprobaremos la sabiduría de Talleyrand, un cabrón a rayas como una cebra macho, cuando dijo: «Sólo el que ha vivido antes de la Revolución sabe lo que es la dulzura de vivir». Me temo que echaremos de menos a Mariano Rajoy.