Jon Juaristi-ABC

  • Mazón no solamente debería dimitir, sino disolver las Corts y convocar elecciones autonómicas en un plazo razonable, pero lo más breve posible

Escandaliza que se despelleje al atribulado Mazón por almorzar con una señora mientras rompía la DANA y que nadie hasta ahora haya planteado una doble cuestión, a mi entender, fundamental: ¿quién pagó el almuerzo y con qué dinero? Puede parecer un poco retorcido traer aquí este asunto, en medio del desastre, pero lo hago a guisa de ejemplo de lo que va a caerle encima a Mazón si se aferra al cargo. En circunstancias normales, a nadie se le ocurriría recurrir a este tipo de insidias (anda, que no se ha gastado la izquierda pasta pública en marisco y burdeles), pero el sanchismo no se va a privar de convertir una mala práctica –montarse una cuchipanda para algo que se podía haber resuelto por WhatsApp– en un delito de malversación.

Mazón debería dimitir antes de que lo cancelen o le hagan algo peor. Los que hoy le tratan de asesino son los mismos que no pararon hasta matar a Rita Barberá, de modo que el afligido valenciano ya puede ir encomendándose a la Cheperudeta si persiste en torear a semejante ganado. Ahora bien, lo malo no es lo que haya hecho o dejado de hacer Mazón, sino su incapacidad para afrontar las embestidas. Ante estas, actúa como alguien que ha recibido un mazazo o, mejor dicho, un mazonazo en la testuz: un mazonazo propinado con un mazón de matadero, no con un simple mazo, y si estuviera el patio para chistes, que no lo está, añadiría que el mazón con el que él mismo se ha machacado las meninges no es otro mazón que el propio Mazón. ‘Omen nomen’, que decían los clásicos: el nombre como destino. De momento, está más ‘sonao’ que los tambores de los moros de Calpe, y va para largo.

Si Mazón y el PP tuvieran algo parecido a inteligencia, aunque fuera artificial, seguirían los sapientísimos consejos que les ha prodigado, esta semana y desde este periódico, Ignacio Camacho. A los que solo cabría añadir que Mazón no debe limitarse a dimitir, sino disolver las Corts, antes de marcharse a casa, y convocar elecciones autonómicas en el plazo más breve posible, en cuanto puedan arreglarse razonablemente los destrozos más graves de las riadas. Debería dimitir incluso a sabiendas de que el PP podría perder las elecciones (o, mejor dicho, a sabiendas de que las perderá, porque si en algo destaca el sanchismo, movimiento de linchadores, es en la manipulación del resentimiento y de la estupidez como motores de la «nueva mayoría social»).

Pero solo así, como sostiene con razón Camacho, se privaría a Perico Saunas, que no es precisamente un Paquiro –se demostró en Paiporta, por si todavía hiciera falta–, del providencial burladero que le ha brindado Mazón, y le obligaría a salir a la intemperie, a vérselas con el morlaco cada vez más furioso de las corrupciones de los suyos y de las suyas propias. Ya está tardando el torerillo de Alicante en cortarse la efímera coleta.