EL CORREO 09/09/13
MAITE PAGAZAURTUNDÚA
Un paseíto para aclarar las ideas no suele venir mal. Cuentan las noticias que EH Bildu propone centrar la ponencia de paz del Parlamento vasco en los presos de ETA y los etarras huidos. Esto, traducido a objetivos políticos concretos, quiere decir que trabajan a favor de la legitimidad de la violencia que han efectuado los militantes de ETA con su apoyo político y de la pura impunidad. Eludirán la cuestión del llamado ‘suelo ético’ en la ponencia parlamentaria porque su juego es el de expandir palabras ambiguas para provocar un efecto de gas adormecedor sobre tal foco y así, sustituirlo y abarcar el espacio de la Comisión y el de los titulares de la prensa con el trabajo para la impunidad y pasar página –sin limpieza– en la propia sede parlamentaria.
La nueva Batasuna no renuncia a su narrativa, ni a su legitimidad ligada al ejercicio del terror, ni a la de su historia, pero en lugar de imponerla a tiros, se toma su tiempo para que el resto vaya tragando –despistados o no– palabras que despojan de todo valor a cada vida que han truncado y a cada familia que han destrozado. La crueldad añadida de esto resulta necesaria porque codician mucho más poder.
Ahora bien, un paseíto por sus webs en inglés indica con claridad meridiana cómo actúan donde no saben de ellos: de la estructura eficaz del acoso moral o físico, de su forma de manipulación social, de la colocación de sus militantes como un lobby para luego controlar cada espacio social o territorial posible y activar después supuestas reacciones populares, del silencio que han ido imponiendo a su alrededor por décadas de amedrentamiento de cada vecino y vecina que no comparte sus ideas… En fin, donde no saben directamente de su fórmula política, el juego del ocultamiento de la vulneración de derechos humanos es supina y queda claro que es el marco narrativo que desean establecer para rescribir la historia y obtener el poder de verdad.
Causaría cierto sonrojo en Euskadi, por ejemplo, que Sortu se anunciase como organización pacifista, pero en inglés, Pernando Barrena y compañía aparecen como líderes de un partido pacifista.
El plan de paz del lehendakari, por voluntarismo, por lo que sea, puede terminar consolidando institucionalmente un nuevo instrumento para que la vieja y nueva Batasuna juegue a eludir y disimular con ambivalencia lo importante desde el punto de vista de la ética y política tan dañada en nuestra sociedad, mientras sube peldaños para imponerse con descaro. Y puede suponer la instauración institucional del tartufismo, convirtiendo en su rehén, a los ojos de la historia, al lehendakari Urkullu.