La ex teniente de alcalde de Portugalete (Vizcaya), Esther Cabezudo (PSE), ha asegurado que desde que sufrió el atentado con el que ETA trató en 2002 de quitarle la vida con un carrito-bomba tiene miedo. «Soy incapaz de salir sola a la calle» y por eso va siempre acompañada por dos escoltas.
Cabezudo ha hecho estas manifestaciones al declarar como testigo en el juicio a los etarras Asier Arzalluz e Idoia Mendizábal, para los que la Fiscalía pide 377 años de prisión para cada uno como autores de este atentado, en el que resultaron heridos Cabezudo, su escolta Ignacio Torres y otras dieciocho personas que se encontraban en las inmediaciones cuando estalló el artefacto.
Según ha relatado Cabezudo, que ha declarado oculta para no ser vista por los etarras, ese día, el 28 de febrero de 2002, evitó la muerte porque «coincidió» que ella y su escolta, que normalmente iban andando hasta su lugar de trabajo, caminaron hacia el Ayuntamiento por la acera contraria a la que los terroristas habían colocado el carrito de la compra con la bomba, junto al número 11 de la calle Casilda Iturriza.
Al estallar el artefacto, compuesto por 20 kilos de Tytadine y que fue activado con radio mando, Cabezudo cayó al suelo: «Vi saltar a Iñaki (el escolta) por encima mía y luego se abalanzó hacía mi pensando que iban a rematarme».
«Me han quedado bastantes secuelas en los dos oídos, sobre todo en el derecho, metralla por todo el cuerpo» y «un trauma terrible» que le llevó a dejar su trabajo «dos o tres meses después» del atentado, cuando «me surgió el estrés postraumático», por el que le dieron una incapacidad y renunció a su cargo como concejal en el Ayuntamiento en el que había desempeñado su labor durante 17 años.
«Mi vida cambió muchísimo. Vivo con miedo. Antes tenia un escolta, ahora tengo dos. Me siguen a todas partes. Soy incapaz de salir a la calle yo sola», ha lamentado.
El escolta que la acompañaba también ha declarado en el juicio y ha destacado que «si llegamos a pasar por la acera del carrito hoy no estaría aquí contando este relato».
Cuando estalló el artefacto, ha continuado, «nos encontraríamos a 10 o 15 metros del carrito, pero nos parapetaron los vehículos aparcados de la onda expansiva».
Aún así, «salí volando varios metros» y después se abalanzó a proteger a Cabezudo porque «vi la silueta de una persona con un arma en la mano corriendo y me temía lo peor», pero resultó ser un policía municipal de Portugalete que «me conocía».
Al igual que ha relatado Cabezudo, el atentado le cambió la vida. «De trabajar todos los días a encontrarme con 30 años con daños en un oído, pérdida de visión, metralla y estrés psíquico», ha explicado. Secuelas que le han llevado a ser «pensionista» y dejar de vivir en Bilbao.
Los acusados, que integraban el «comando Olaia» junto al exdirigente etarra Garikoitz Aspiazu, «Txeroki», se han negado a declarar, aunque ambos, en euskera, han reconocido su militancia en ETA e Idoia Mendizabal, «Ilargi», ha añadido que no reconoce a la Sala «ninguna legitimidad».
Los dos, para los que su defensa pide la absolución, se han sentado juntos fuera de la sala blindada y han estado hablando entre ellos todo el juicio, aunque tras un receso les han colocado a cada uno en un extremo.
Por este atentado resultó absuelto por falta de pruebas el etarra Gorka Martínez Arkarazo, que hoy ha declarado como testigo y ha dicho que no conocía a los acusados, aunque ha admitido que alojó en su domicilio a militantes de ETA, pero que desconocía sus nombres y si pertenecían a algún comando.
Antes de que el juicio quedara visto para sentencia, la fiscal Carmen Monfort ha elevado a definitivas sus conclusiones provisionales al considerar que ha quedado acreditada la participación de los dos acusados en este atentado al aparecer sus huellas en una serie de efectos relacionados con esta acción.
Además de la pena de cárcel, la fiscal reclama que los acusados indemnicen a Cabezudo con 155.800 euros, a su escolta con 236.200 euros y al resto de las víctimas con un total de 96.920 euros, y que paguen cerca de un millón de euros por los daños materiales.
Entre el público se encontraban los diputados socialistas Txiqui Benegas y Eduardo Madina, quien también fue víctima de un atentado a manos de este mismo comando, el 19 de febrero de 2002 en Sestao (Vizcaya), en el que perdió una pierna.
EL MUNDO, 11/3/2011