Olatz Barriuso-El Correo

  • Hasta llegar a la bendición de Óscar Puente a Bildu como fuerza «democrática y progresista», Sánchez ha recorrido un largo camino para legitimarles como socios

Si se observa con perspectiva histórica, el acuerdo para entregar la Alcaldía de Pamplona a EH Bildu no es sino una estación más de un largo trayecto con una meta clara: la plena legitimación de EH Bildu como partido de gobierno y socio homologable a cualquier otra sigla. Un trabajo de lustros para que, ante la opinión pública, pactar con la izquierda abertzale sea equivalente, aunque no hayan condenado a ETA, a cualquier otro acuerdo político, es decir, que no pase factura ‘per se’.

La línea roja que se ha cruzado para hacer alcalde a Joseba Asiron quedará próximamente difuminada por el siguiente tabú derribado, del mismo modo que ahora parecen lejanos los primeros Presupuestos sanchistas que aprobó EH Bildu en 2020 -el ruido fue tal que Guillermo Fernández Vara insinuó que le entraban ganas de vomitar- o por la frustrada operación de blanqueo ensayada en Aiete en 2021 con la complicidad entre los de Otegi y Ferraz/Moncloa.

Se van quemando etapas. El ‘hecho diferencial’ en esta ocasión es la altura del salto cualitativo (la capital de la comunidad foral) y la ausencia de complejos del Gobierno, por boca de su portavoz oficioso, Óscar Puente, para justificar la operación. Los calificativos que el lenguaraz ministro de Transportes dedicó a Bildu -partido «democrático y progresista», que no es lo mismo que legal y de izquierdas- anticipan una estación término del viaje en la que Bildu cobre carta de naturaleza definitiva como alternativa de gobierno. Se llama Ajuria Enea y, para algunos, no falta saber si pasará sino cuándo. Porque lo que parecía imposible o forzado hasta anteayer -esas caras de circunstancias de Rafael Simancas y Adriana Lastra la primera vez que Bildu pisó, de verdad, moqueta en 2019- resulta cada vez más natural y menos necesitado de explicaciones.

La estación término se llama Ajuria Enea y para algunos la duda es solo saber cuándo

Todo empezó con Zapatero. El expresidente nunca llegó a llamar hombre de paz a Arnaldo Otegi de manera literal: lo que dijo en 2006 fue que había hecho «un discurso político por la paz, por abrir una etapa política distinta en Euskadi». El cese definitivo de la violencia de ETA tardó, todavía, cinco años más en llegar, pero mientras tanto los canales entre el PSOE y la izquierda abertzale que se habían abierto, sobre todo entre Jesús Eguiguren y Otegi, tras las conversaciones del caserío Txillarre en Elgoibar, se consolidaron. Hasta tal punto que en 2018 Zapatero en persona se desplazó al ‘santuario’ donde se sentaron las bases de la tregua de 2006 para «conocer personalmente» a Otegi. El interés no era casual: Sánchez acababa de llegar a La Moncloa gracias al éxito de su moción de censura.

Desde entonces, los gestos de apertura -y los acuerdos- han sido continuos, pese a las críticas feroces de la oposición y de la vieja guardia del PSOE. Las primeras señales fueron tímidas. Las caras de póquer de Lastra y Simancas al recibir a Mertxe Aizpurua aquel 17 de diciembre de 2019 pronto se transformaron en cordialidad. La pandemia, que lo tapaba todo, hizo que pasaran más o menos desapercibidos hitos como el acuerdo que los socialistas firmaron con los abertzales para derogar íntegramente la reforma laboral del PP, que después quedó en papel mojado, o que Sánchez dijera lamentar «profundamente» la muerte en prisión de un «preso vasco», cuya pertenencia a ETA ni mencionó.

Las caras de póquer de Lastra y Simancas en 2019 dieron paso a un Sánchez-Aizpurua más relajado este octubre

En noviembre de ese año, Otegi se adelantó al anunciar su apoyo a los Presupuestos del Gobierno. Pablo Iglesias, entonces vicepresidente, le dio efusivamente la bienvenida a la «dirección de Estado». El escándalo fue mayúsculo. Pero, como siempre, no pasó nada. Quedaban aristas por limar para que el coste de amarrar los votos de Bildu no fuera tan gravoso. Bordes cortantes que se intentaron hacer romos con la declaración de Aiete (18 de octubre de 2021) que leyeron Otegi y Arkaitz Rodríguez para hacer «suyo» el «dolor» de las víctimas. En Ferraz se apresuraron a aplaudirlo. Hablaron de «punto de inflexión» pero salió a la luz, en EL CORREO, una charla interna de Otegi con su gente horas después. Se jactaba de los acuerdos bajo la alfombra con Sánchez para acercar, primero, a todos los presos e irles excarcelando, previsiblemente, después. El jarro de agua fría fue épico, tanto que lo siguiente fue dar la orden de acabar con los ‘ongi etorris’.

Hasta que, en perfecta progresión, este octubre llegó la foto ya con Sánchez. Con rostros más relajados y el omnipresente Santos Cerdán. Con Otegi celebrando la apertura de una «nueva fase» y Bildu presidiendo ya la Federación de Municipios en Navarra. El ‘jabón’ cada vez lava más blanco. Continuará…