Javier Zarzalejos-El Correo
- Si Sánchez pacta una «soberanía fiscal» con ERC, el PNV sería el socio decisivo de un Gobierno que acaba con la singularidad foral vasca y navarra
De derrota en derrota, el llamado «Gobierno de coalición progresista» se instala en la entropía, que es una forma algo más delicada de describir lo que el ministro Ernest Urtasun definía de manera mucho más gráfica después de que el Congreso propinara un nuevo revolcón al Ejecutivo, al rechazar la propuesta del techo de gasto.
Todo en la actividad gubernamental se ha convertido en el martilleo de una salmodia que habla de nuevos derechos, escudo social y anuncios incontables de gasto público.
Pero la realidad más allá de la narración gubernamental habla de un crecimiento sin precedentes de la desigualdad, de índicadores inasumibles de pobreza infantil, de pérdida de poder adquisitivo de los salarios y de un grave proceso de divergencia económica de la Unión Europea que nos ha desplazado al 85% de la renta media europea. Es verdad que la extraordinaria fuerza del turismo y los efectos de un gasto público que sigue en modo de barra libre para el Gobierno envuelven esta realidad con una apariencia más llevadera y permiten ofrecer datos de crecimiento y empleo (en buena medida, público) comparativamente positivos. Pero una cosa son los ingredientes del discurso gubernamental y otra los factores que van a marcar una evolución preocupante de la situación económica y social.
El apoyo a Sánchez se está saldando para los jeltzales con una caída electoral por factores estructurales
Acosado en varios frentes y pendiente de declarar como testigo por las actividades presuntamente irregulares de su esposa. Sánchez busca oxígeno en Barcelona y Vitoria, con una insólita gira que le ha llevado al Palacio de la Generalitat y a Ajuria-Enea en una plasmación un tanto patética de la debilidad en la que se encuentra su Gobierno.
Ahora bien, buscar oxígeno en un pacto con Esquerra Republicana de Catalunya, aunque este eventualmente pueda llevar a Salvador Illa a la presidencia del Ejecutivo autonómico, es una contradicción en sus términos. Porque un pacto con el independentismo catalán como el que se puede prever no hará más que agravar la asfixia política que aprisiona a Pedro Sánchez. Supone seguir añadiendo lastre a un barco que ya se encuentra varado; es agravar el problema crítico de credibilidad de este Gobierno con el resto del país; es persistir en la dislocación institucional de Estado mientras se refuerza el proyecto independentista.
La única agenda de este Gobierno es él mismo, su permanencia. Gobernar para Sánchez se ha convertido en un ejercicio autorreferencial, con grandes dosis de arrogancia como las que muestra en su mínima relación con el Partido Popular, al que en vez tratar como un partido de Estado y primera fuerza política, le exige actuar como red de seguridad gratuita cuando le fallan sus aliados cada vez más volátiles.
El presidente muestra grandes dosis de arrogancia en su mínima relación con el PP
En este contexto, la posición del PNV adquiere mayor interés aún. Mas allá de la satisfacción por la visita que Sánchez ha rendido a Ajuria Enea, el apoyo que los nacionalistas vienen prestando a aquel parece suscitar incomodidad y críticas internas crecientes, justificadas por la gravedad del deterioro electoral que ese partido viene experimentado. Un apoyo a Sánchez que no solo ha distorsionado la identidad jeltzale al asumir políticas netamente de izquierda, sino que ha amortizado su margen de maniobra al quedar vinculado sin alternativa a un declinante proyecto político como el que representa Pedro Sánchez.
La alianza con Sánchez se está saldando para el PNV con una caída electoral que obedece ya a factores estructurales y en el que mucho tiene que ver el cuidado con el que el PSOE ha cultivado a EH Bildu como socio preferido y discreto de los socialistas en Madrid. Caída electoral, confusión ideológica, ‘sorpasso’ de su principal adversario en el campo nacionalista y más de lo mismo en Ajuria Enea, pero más débiles en su coalición con el PSE; es un balance más bien poco lucido. Sí, siempre quedará el recurso al fantasma de Vox y aquello de «parar a la ultraderecha» para legitimar una estrategia de resultados tan discutibles. La excusa, sin embargo, es cada vez más débil y, referida al Partido Popular y a la implantación de Vox en el País Vasco, simplemente insostenible.
Y hay más. Si se concluye ese pacto con Esquerra en virtud del cual Cataluña tendrá «soberanía fiscal», asistiremos a algo tan histórico como que el Partido Nacionalista Vasco sea el apoyo decisivo de un Gobierno que extiende el modelo de Concierto Económico a otra comunidad autónoma y acaba así con la singularidad foral vasca y navarra basada en el amparo y el respeto que la Constitución dispensa a los derechos históricos de nuestros territorios. Para recordar. El PNV no da ‘café para todos’ pero sí ‘café para Cataluña’ a costa de la identidad institucional vasca.