«Emiliano, por lo que más quieras, sólo tú puedes hacerlo». A la misiva dirigida a García-Page por el señorín del PP en Castilla la Mancha, Paco Núñez, solo le faltaba la voz de Anna Magnani para que el melodrama resultara convincente. Todo el mundo en Castilla-La Mancha conoce sobradamente la catadura de su actual presidente, digno monaguillo que fue de Pepe Bono, uno de los mayores tramposos de la política española que logró salir indemne, forrado y recauchutado, de su larga travesía por en los sillones oficiales.
Page, aunque no es Alfredo Landa, gasta hechuras de Sancho Panza, redondo, algo rollizo, talle corto, pierna breve, temperamento sanguíneo, lenguaraz, socarrón, jovial y «enemigo de guardar mucho las cosas», por lo que a veces se pasa de frenada, detalle que agrada mucho al personal elector, que lo ve campechano, sincero y valiente en el desplante.
Page ejerce de verso suelto entre los barones del PSOE, todos ellos defenestrados en las elecciones de mayo, salvo Barbón y Chivite que ahí siguen, bailando al son que Ferraz dispone. El castellano-manchego pasa por ser un furibundo enemigo del compadreo sanchista con los separatistas y se erige en portavoz prometeico de esa izquierda que no comulga con la ruedas que impone Puigdemont, no baila al son de Virolai y prefiere las gachas a la butifarra. Pidió a los Reyes unas cuantas toneladas de vaselina para que el tránsito de los indultos no le causara excesivos daños en el conducto rectal y ahora se pasea pamplinesco y corajudo contra la amnistía que ya llega, con desplantes ornamentales y postureo de banderillero cobardón.
En el último comité federal protagonizó una performance ridícula. Se quedó sentadito en su silla mientras sus compañeros de mesnada, puestos en pie, se destrozaban las manos en atronadores aplausos por el despiece de España. «Una sardana política», calificó a su estilo compadre, el pacto de la iniquidad de su jefe político con los golpistas del 17. Ahí quedó todo. Palabrería de vermú, chulanguería de ocasión, verborrea de artificio, esos viejos trucos de viejo caudillo rural que se traducen luego en buenos resultados en las urnas. Así Fraga, Arzalluz, Pujol el ladronote o aquel de las anchoas con bigote.
Ocho diputados envía el PSOE castellano-manchego a las Cortes. Con ellos bastaría para tumbar la ley de «la concordia y el entendimiento»
Le pide el PP que se retrate, que deserte de la ignominia de Sánchez, que se comporte como un demócrata, que se aleje de Frankenstein y que sea consecuente con lo que prometió durante su campaña electoral. Es decir, que muestre un pelín de honradez y algo de coherencia. Mucho medir a este Panza artero y falso, que predica a voces lo que luego reniega con los hechos. Ocho diputados envía el PSOE castellano-manchego a las Cortes. Con ellos bastaría para tumbar esa ley ‘de la concordia y el entendimiento’ con la que Sánchez va agradar a los secesionistas a cambio de sus favores.
Esa ley, según acaban de denunciar desde la mayor asociación de los jueces, es el ‘principio del fin de la democracia’, vuela por los aires el estado de derecho» y «rompe las reglas de la Constitución». Nadie puede esperar que el tenebroso Illa, el infame Puig o el melifluo Espadas amaguen con un gesto de dignidad para frenar esa embestida feroz a nuestra convivencia.
Tanta gestualidad de Page no contempla tal posibilidad. Desde su infatuada rectitud, considera que sumar sus votos a esta deslegitimación del Estado de derecho es una apelación al transfuguismo, lo que implica un ‘fraude al elector’. Justificaciones de opereta, trolas de trilero. ¿Hay mayor fraude que consumar una amnistía -miserable e inconstitucional- contra la que todos los dirigentes socialistas predicaron durante la campaña del 23-J, con Sánchez a la cabeza? El concepto que tiene Page de la palabra fraude resulta algo equívoco. Lo aplica con entusiasmo donde no debe, ejercicio común a cuantos se manejan con rastrera cobardía. «A todo el mundo le huele bien su excremento». Erasmo.
¿Es más un tipo de Gerona que de Zamora? ¿Uno de Manresa que de Medina del Campo? Pues sí. La amnistía de Sánchez dinamita la igualdad entre españoles, ante la ley y ante el presupuesto
Pocos gestos edificantes caben esperar de quienes llevan ya cinco años comulgando con los designios de un narciso, aventurero y cruel, con menos principios que un concilio de estafadores y menos escrúpulos que el trio infernal de la serie Exit. Lo tiene difícil la derecha para darle la vuelta al tablero. La votancia socialista nunca cambiará su papeleta por no facilitar un gobierno de la derecha (Falso: Vox ya se comprometió a no reclamar carteras). Sin embargo, no le hacen ascos a apoyar a PNV y Junts, dos de los partidos más xenófobos y reaccionarios de Europa. La militancia socialista considera un sacrilegio darle la espalda a sus colores, aunque incurran en hechos detestables. No asumen que del puño y la rosa apenas quedan los huesos y las espinas. La dirigencia socialista sigue pastando en el obediente rebaño porque fuera del redil no encontraría acomodo. El PSOE es como el circuito de meditación de aquella peligrosa secta, bordeado de árboles desnudos, caminando todos con los ojos hacia el suelo, la cabeza envuelta en una espesa capucha, sin cruzarse las miradas, sin apuntar un mínimo gesto, sin abrir la boca. Una cofradía de cartujos, una francmasonería mudita, con temor a la recriminación, al reproche, a Chapote. ¿Con qué cara va a salir a la calle el concejal socialista de una ciudad de Castilla y León si su partido riega con 15.000 millones a los golpistas y no le suelta un euro a su preterida región? ¿Es más un tipo de Gerona que de Zamora? ¿Uno de Manresa que de Medina del Campo? Pues sí. La amnistía de Sánchez dinamita la igualdad entre españoles. Ante la ley y ante el presupuesto..
Pedirle a Page que dé un paso al frente y lidere una revuelta a lo Espartaco de la Mancha es como esperar que Francina Armengol acierte un día con su outfit. Misión imposible. El heredero de Bono quizás sueñe con heredar algo. Un trono en Ferraz, un colchón en la Moncloa. Tan sólo deberá esperar tres vidas para conseguirlo.