Callejeros

ABC – 03/01/16 – JON JUARISTI

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· Lo indecente es que retiren nombres franquistas del callejero unos antisemitas declarados.

Como no es la primera vez que me pronuncio sobre la División Azul desde esta columna dominical, trataré de ser lo más conciso posible. Respeto las emociones filiales de los descendientes de los divisionarios; deploro las muertes de miles de falangistas y las de antiguos republicanos e izquierdistas que buscaron blanquear su pasado combatiendo contra los soviéticos. Pero lo que realmente me conmueve y horroriza es la matanza de catorce millones de personas –hombres y mujeres, niños y ancianos, judíos y no judíos– a manos del ejército alemán y de sus colaboradores, durante la Segunda Guerra Mundial, en aquella zona convertida por los nazis en el mayor matadero de la historia de la humanidad: la que comprendía Polonia, Ucrania, Bielorrusia, los países bálticos y las comarcas propiamente rusas ocupadas por la Wehrmacht.

Como es sabido, los nazis estaban convencidos de que sólo con sus fuerzas armadas (que incluían el ejército alemán, la policía alemana y las SS) no conseguirían exterminar a los judíos del este. Para superar esta limitación, exportaron a los países que iban invadiendo el mito del judeobolchevismo, es decir, el de la equivalencia estricta de judaísmo y comunismo. La función de dicho mito fue la de movilizar contra sus vecinos judíos a una enorme cantidad de antiguos comunistas autóctonos que se exoneraron así de su pasado criminal contra zaristas, burgueses o kulaks.

De estos asesinos ucranianos, bielorrusos, bálticos e incluso rusos, muy pocos entraron en unidades militares de la Wehrmacht (aunque hubo tropas auxiliares ucranianas y letonas encargadas de matar fugitivos judíos en los bosques). Las grandes divisiones militares de extranjeros se reclutaron en otros países ocupados, como Francia (la División Charlemagne) o Bélgica (la División Walonia). Con dos excepciones: la de los cosacos de Krasnov, reclutada en Ucrania, y la División Azul, espontánea contribución española al exterminio de judeobolcheviques.

En efecto, tanto la consigna movilizadora de Serrano Suñer («¡Rusia es culpable!») como las funciones militares que se asignaron a la División Azul se inscriben en la estrategia genocida del nazismo, fueran o no conscientes de ello sus mandos españoles (Serrano Suñer lo fue, no me cabe la menor duda). Y no se trata de discutir si los divisionarios españoles mataron más o menos que los belgas, franceses o alemanes. Si mataron menos, mejor para todos, pero el de la División Azul constituye uno de los episodios más lamentables de la historia de España, un producto de la fase más criminal y totalitaria del franquismo. Cuanto antes deje de rendirse culto a su memoria, antes nos pondremos a la altura de las democracias europeas, que no dedican calles ni cantones a los divisionarios de Doriot ni a los de Degrelle.

Ahora bien, lo verdaderamente indignante e indecente es que destierren a la División Azul del callejero madrileño antisemitas declarados como el Repugnante Zapata, que ha aplaudido a rabiar el Holocausto y hace chistes gore sobre Irene Villa; como la alcaldesa de Madrid, que conserva amorosamente en su equipo al tal Zapata; o como toda la mara bolivariana y en consecuencia judeófoba de la facultad morada de Somosaguas, para qué vamos a engañarnos. Eso es lo indecente. Y lo estúpido es que la oposición municipal no aproveche para exigir que se suprima también del espacio urbano toda exaltación de Brigadas Internacionales y demás canalla estalinista, como la que la mencionada mara plantó en medio de la Ciudad Universitaria bajo un monumento que costó un congo al erario público. En fin, dijo la sartén al cazo, quítate de ahí, cochinazo.

ABC – 03/01/16 – JON JUARISTI