Editorial-El Correo
Los supervisores de la política monetaria elevan la alerta sobre los efectos de la guerra comercial. La nueva bajada de tipos de interés al 2,25% anunciada por el Banco Central Europeo es una reacción sensata para impulsar la economía en la zona euro. El rearme no obedece al miedo a una recesión en la UE, ya conjurada, sino al impacto de la errática ofensiva arancelaria en la recuperación. En palabras del FMI, «la incertidumbre sobre las políticas comerciales alcanza niveles sin precedentes». Ha reventado la previsión del BCE, que aspiraba a relajarse si Alemania remonta el vuelo de la mano de la ‘gran coalición’. Pero la entidad de Christine Lagarde manda en la crisis un mensaje de calma y confianza a los mercados. La rebaja, un alivio para familias endeudadas y empresas, beneficia a las exportaciones europeas frente a la hostilidad de Trump. De un presidente que responde con furia a la negativa de la Reserva Federal a emular al BCE y recortar los tipos en EE UU. Hasta el punto de exigir el despido de su responsable. Es un sarcasmo que pida cabezas cuando desea la depresión a sus aliados y coquetea con el vía crucis en su país ante la promesa de una resurrección poco fiable.