TONIA ETXARRI-EL CORREO

Pedir a los ciudadanos que señalemos los comportamientos irresponsables de quienes no cumplen las normas antivirus es pedirnos demasiado. Sobre todo porque estaríamos suplantando las funciones de la Policía, que es quien tiene que llamar la atención a los infractores. Y actuar en consecuencia. Estamos en la segunda ola. Con 700 nuevos positivos en 24 horas y la constatación de que hay una parte de la población que no se toma en serio lo fácil que se puede ir a parar a la UCI de un hospital por haberse saltado las cuatro reglas que protegen de los contagios. Pero cada cual debe asumir su papel en esta cadena. Cualquier persona informada ha podido comprobar cómo se las gastan algunos incivilizados cuando, por ejemplo, los camareros les llaman la atención. En algún caso les han roto la crisma. En otros, los restauradores no se atreven a ejercer de guardián de las esencias sanitarias, sencillamente porque no es su trabajo. O en las situaciones en que los jóvenes han hecho caso omiso de los requerimientos de la Policía local -que llegaron a creer que los juerguistas se iban a casa- y en cuanto los agentes se daban la media vuelta trasladaban el botellón a otro lugar.

Tiene razón el lehendakari cuando nos invita a que cambiemos de hábitos. Muchos ya lo están haciendo. La mayoría de adultos con dos dedos de frente. Pero nuestra capacidad de autogobierno, de la que tanto alardea el lehendakari en funciones, debería demostrarse con más medios para luchar contra el Covid ¿no? Si hubiera habido más medidas preventivas en Gernika, ¿estaríamos ahora hablando de sus brotes de infectados?

Cambiar de hábitos debería significar también dotar de más medios a nuestra red sanitaria, tan ponderada. ¿Hay rastreadores suficientes? Ayer recordaba el popular Carlos Iturgaiz que la OMS habló de la necesidad de contratar a 396 más para alcanzar el ratio de 18 rastreadores por cada 100.000 habitantes. Todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Cierto. Pero la de quienes gobiernan es mucho mayor. El cambio de hábitos en nuestros políticos ha consistido ahora en traspasar las responsabilidades a los demás. Sánchez se lava las manos y pasa el testigo de la segunda ola a las comunidades autónomas. Y Urkullu señala a la ciudadanía para que hagamos de ‘poli’ bueno con los infractores.

En capilla de la vuelta al cole, nadie garantiza un regreso seguro pero todo el mundo espera un plan conciso de los gobernantes. En La Moncloa, Pedro Sánchez ha convocado a Pablo Casado después de seis meses de no haberlo llamado. Hasta que no veamos el resultado de la reunión no sabremos si ha habido cambio de hábito. O si Sánchez se queda sin Presupuestos. ¿Por qué somos el país más contagiado de nuestro entorno? No lo sabemos. Europa nos mira con desconfianza.